Plegarias No Bastan

 
 
 

Niños afuera del Centro Cívico SSGT Willie de Leon, un lugar de reunión para estudiantes de la escuela primaria Robb y sus familias después de un tiroteo en Uvalde, Texas. 24 de mayo de 2022. Marco Bello/Reuters vía Alamy

Tan acostumbrada a preguntar, una periodista fronteriza se queda sin palabras cuando los papeles dan vuelta y son sus hijos pequeños los que exigen una explicación para la que no existen palabras

Nota del editor: Para leer la versión en inglés, haga clic aquí.

Mamá, ¿irán al cielo esos niños que mataron en Texas?, preguntó mi hijo de 7 años la noche del 24 de mayo. Él y su hermana melliza, Mika, regresaron consternados de la escuela. Oyeron que un joven armado había arremetido contra otros niños y los había batido a balazos. 

Cuando los recogí de la escuela esa tarde no hubo un hola ni un ¿qué hay de comer en casa?; ellos tenían hambre de respuestas. ¿Por qué los mató? ¿Quién le dio el arma? ¿Cuántos años tenía? ¿Cómo se llamaban los niños? ¿Qué hicieron los maestros? ¿Quién les avisó a los papás? ¿Cómo supo la policía? ¿Quién detuvo al atacante? ¿Se irá al infierno? No pausaban ni para tomar aire; se interrumpían para expresar en voz alta y en espanglish todos esos pensamientos que los estaban carcomiendo. No es que quisieran respuestas; las necesitaban. 

Esa tarde, en Uvalde, Texas, una comunidad a unas 80 millas de San Antonio, un joven de 18 años irrumpió armado en la escuela primaria Robb. Mató a 19 niños y dos maestras, justo el día en que algunas de las víctimas habían recibido reconocimientos por sus éxitos académicos antes de que se acabara el año escolar. Tuvieron una ceremonia muy parecida a la de mis hijos en Arizona; llegaron a casa con diplomas. Pero allá, el agresor, que también fue estudiante de Robb, se atrincheró con un rifle de asalto y disparó hasta que lo detuvieron también a balazos. 


El arma de fuego es la principal causa de muerte de menores en Estados Unidos.


En las cabecitas de mis mellizos, el ataque armado en la primaria de Uvalde no tenía lógica. En la mía tampoco. Los niños se parecían demasiado a ellos y sus amiguitos; los separaban la distancia, pero los unía la raza. ¿Por qué a ellos? ¿Fue porque hablaban español? ¿Por qué tuvo ese niño grande que convertirse en villano?

No supe qué responder. Le dije que quizá estaba triste y enojado. 

Pero los otros niños no tienen la culpa, me interrumpió Mika. Lo sé. Lo sabe. Lo sabemos. 

Escogí las palabras con mucho cuidado. Yo, que nunca paro de hablar, ese día no sabía qué decir. Si la masacre ya les había robado una parte de su inocencia, no quería acabar con la que les quedaba.

Ellos, en su última semana de clases, salieron sonriendo, peleando, y jugando; listos para indagar más en esa noticia que alguien en su escuela les acaba de dar. Mientras conducía a casa, con la radio apagada y un remolino de preguntas en espanglish, el corazón me pesaba tanto que se me convirtió en lágrimas. Volver a casa de la escuela no debería ser un privilegio.

Personas afuera del Centro Cívico SSGT Willie de Leon en Uvalde, Texas. 24 de mayo de 2022. Foto de Marco Bello/Reuters vía Alamy

Sus papás van a estar muy tristes y eso me pone muy triste a mí, dijo Matías. Lo vi por el retrovisor y estaba haciendo esos pucheros que le salen a uno como mueca cuando el dolor no cabe en las palabras.

Me aturdí.

No sé cómo hablarles a mis hijos de tanta violencia. Cada día están más vivos y curiosos. No se conforman con respuestas en monosílabos; tampoco son indiferentes al dolor ajeno. No sé si estoy usando las palabras correctas ni el tono adecuado, no sé cuántos detalles darles, pero tampoco puedo ignorarlo. Viven en un país en donde te matan por ser extranjero, negro o latino. Donde pareciera que se cuidan más las armas que los niños; un país en donde los pequeños tienen que hacer  un simulacro de masacre y uno de fuego. El arma de fuego es la principal causa de muerte de menores en Estados Unidos. ¿Estaremos  jodidos?

No soy la única. Hice una encuesta en línea, tuve cafecitos con mi comunidad, lancé dos preguntas al aire: ¿Hablaron de esto con sus hijos? ¿Qué les dijeron?

“Mi hija de 13 lo sacó en plena comida con mis hijos de 10, 8 y 6. Les dije que, tristemente, un joven que había sufrido mucho y no estaba bien de la cabeza decidió ir a una escuela y matar a niños y maestros inocentes. Que es muy importante nunca acosar  ni participar ni quedarse callado si vemos que a alguien lo molestan o lo pasan mal; mencionarlo  a algún maestro”, dijo Regina Garza.


“Un joven no debería tener acceso a armas”.


“Sí hablé con él; fue muy difícil. Tiene 10 años, la misma edad que muchas de las víctimas. Vivimos en California, asiste a una escuela grande y le dije la verdad, que un joven afectado por  sus facultades mentales había asesinado a personas en una escuela de Texas. Él me hizo varias preguntas y traté de contestarle con la verdad, con lo que me he enterado de las noticias, pero siempre remarcando el hecho de que un joven no debería tener acceso a armas. Estamos muy afectados con la tragedia”, relató Julieta Torres.

“Mi hija apenas cumplió 7 años; esta mañana me encontró llorando y le conté que un adolescente se portó muy mal, que no cuidó sus emociones de enojo y que en lugar de decirle a sus papás que estaba enojado, tomó su pistola y un rifle; para esto le tuve que demostrar  y explicar qué es un rifle, y (que) los usó sin responsabilidad”, expresó Argelia Hernández.

“La verdad no, porque nunca sabes qué hacer en esos momentos. El instinto de supervivencia es difícil de entrenarlo. Nace en el momento de la amenaza. Solo les comenté que seguramente en su escuela estarían comentando el suceso tan triste, pero que tuvieran cuidado con que escuchaban y que información decidían procesar y retener. No es que uno sea indiferente, pero yo educo desde el amor y no desde el miedo”, aseveró Ana AR.

“No podemos ni debemos sentarnos como si nada y esperar qué tan sangrienta será la siguiente matanza escolar o si será en la escuela de mis hijos o los tuyos”, enfatizó Gerardo Cárdenas. 

Capturas de pantalla con la identidad ocultada de algunas de las personas que respondieron  a las preguntas de Félix sobre cómo hablarles a los niños.

Opiniones encontradas. Algunas madres prefieren evitar la conversación difícil porque no se sienten preparadas, porque sus hijos no se enteraron, porque no quieren exponerlos a la violencia o al dolor, o simplemente porque no saben cómo hacerlo. Yo que me he pasado la vida haciendo preguntas para ganarme la vida , quizá hubiera preferido que no me hicieran preguntas. Yo, que como periodista he cubierto múltiples masacres y tiroteos, la maternidad me hace sentirlo todo más a pecho. 

Tampoco estoy sola. La psicóloga y también educadora mexicana Martha Téllez insiste en que es mejor hablar claro de todo con los pequeños de la casa, incluyendo la violencia que azota Estados Unidos con los más de 200 tiroteos que se han registrado en lo que va del año, y con los crímenes del narco, los feminicidios, y las desapariciones que existen en México. Ella vive en la frontera sur de Estados Unidos y entiende la necesidad de estar preparada para una respuesta con sensibilidad bicultural y transnacional. 

“Es en el hogar donde empieza todo, no podemos poner a nuestros hijos dentro de una burbuja; ellos reciben la información de todos lados, es mejor ser nosotros quienes los orientemos, porque nadie está exento”, comentó Téllez. 

Además, aprender a identificar comportamientos que, como padres, ignoramos y podrían ser una advertencia, agregó.

“En casa podemos y debemos detectar si nuestros hijos tienen algún desorden de conducta; es cuestión de ponerles atención”, explicó Téllez.

“Nos preocupa más cuál tableta le voy a comprar a mi hijo que llevarlo al parque … porque no queremos que sufran o carezcan de lo que no tuvimos nosotros”.

Lo que yo no quiero es que el amor les falte a los míos. Frecuentemente pienso en las últimas veces; en ocasiones, tiendo a la resignación. Todas las mañanas los abrazo, beso, y les grito ¡te amo!, como para que el efecto de mi empalagamiento sea justo lo suficiente para que mis niños se sientan cobijados todo el día … o por si me, les, nos, pasa algo. Matías es meloso como yo; para Mika mis caricias son un tormento. 


Vivimos en una sociedad de doble moral en donde queremos evitar que los niños aprendan de la historia étnica o escuchen la palabra gay en un currículo académico, pero no hay un control de armas ni revisión de antecedentes penales. 


Esa noche los abracé más fuerte. Apagué las luces y hablé con una voz pausada que casi nunca tengo la paciencia de usar. Como mamá periodista grabé nuestra conversación. Fueron 16 minutos de escuchar sus preocupaciones y teorías, de sentir que se les quebraba la voz mientras exponían sus miedos, con el cuerpo cubierto y el corazón desnudo sobre la cama. 

Mamá, ¿me van a matar en la escuela?, preguntó Mika con un tono de desconsuelo.

Le dije que todo estaría bien, que se fuera a dormir, que la cuidaría siempre. Sabía que le mentía. No puedo prometerle que estará segura en la escuela ni en ninguna parte. Todavía están sepultando a las víctimas del tiroteo en Búfalo, y en Texas hay padres que tuvieron que hacerse pruebas de ADN para identificar el cuerpo de sus niños que quedaron destrozados, irreconocibles, tras el ataque. 

Jóvenes participando en la manifestación "Nunca Más" en Tallahassee, Florida, para protestar y cambiar las leyes de armas de fuego después del tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas. 21 de febrero de 2018. Foto de KMH photovideo vía Shutterstock

En lo que va del año se han reportado 27 tiroteos en escuelas de Estados Unidos. Vivimos en una sociedad de doble moral en donde queremos evitar que los niños aprendan de la historia étnica o escuchen la palabra gay en un currículo académico, pero no hay un control de armas ni revisión de antecedentes penales. 

Me acurruqué en la litera de arriba con Mika. Me dejó abrazarla y se durmió inquieta. Tuvo pesadillas. Despertó cada dos horas y al sentirme cerca me preguntaba a mi misma si ya sabía cómo se llamaban los niños y si ya les habían avisado a sus papás que habían muerto. Después acaricié a Matías, le susurré hasta el cansancio que lo amaba. Me pasé la noche viéndolos, pensando en esas últimas veces que me estresaban  desde que supe que estaban en mi vientre. Les prometí amarlos desde su primer suspiro hasta el último mío y me aterra perderlos sin poder hacer nada. 

No, los pésames, pensamientos y plegarias no bastan. No es un minuto de silencio, es una vida de llantos ahogados.

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Maritza L. Félix es una galardonada periodista independiente, productora, y escritora en Arizona. Es la fundadora de Conecta Arizona, un servicio de noticias en español que conecta a las personas en Arizona y Sonora, México, principalmente a través de WhatsApp y las redes sociales. Es coproductora y copresentadora de Comadres al Aire. Es becaria senior del programa JSK Community Impact de Stanford, The Carter Center, EWA, Fi2W, Listening Post Collective, Poynter, y el programa de liderazgo e innovación en periodismo de CUNY.

 
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