Ciudadano Dreamer
Los Dreamers no se consideran una minoría. Con gran claridad política, su ejercicio de una ciudadanía de facto los ha convertido en los últimos años en uno de los movimientos activistas más importantes en la nación
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ciudadano, na
adj. Natural o vecino de una ciudad.
adj. Perteneciente o relativo a la ciudad o a los ciudadanos.
m. y f. Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes.
m. hombre bueno.
Lizbeth Mateo parece invencible. No importa si los jueces fallan a favor o en contra de la protección de inmigrantes; si el Congreso es demócrata o republicano; si el presidente es Trump o Biden, o si la migra tiene un nuevo plan: Lizbeth, como todos los jóvenes de su generación, sabe que en materia de inmigración, los cambios se logran a largo plazo.
El problema para Lizbeth y para los casi dos millones de jóvenes inmigrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo menores de edad, es que la espera ha sido demasiado larga.
Si el DREAM Act se hubiera aprobado la primera vez que se presentó en el Congreso en agosto de 2001 ya habrían podido regularizar su estatus migratorio.
Esta iniciativa de ley, que tiene por objetivo reconocer legalmente a los jóvenes que han vivido la mayor parte de su vida en este país, ha pasado las dos últimas décadas entre modificaciones, nuevas versiones, cabildeos, y votaciones, que al final no han dado ningún resultado.
Lo que resulta notable es que durante los mismos 20 años, estos jóvenes, como Lizbeth, hoy de 37 años, no sólo han seguido adelante con su vida a pesar de los obstáculos, sino que se han convertido en ciudadanos en el sentido amplio de la palabra. Son parte de su comunidad y trabajan para ella; han formado redes de solidaridad, y también han ganado alguna batalla — como la implementación del Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, (DACA, por sus siglas en inglés) la orden ejecutiva que desde 2012 los protege contra la deportación, aunque no les ofrece una opción para regularizar su estatus. En el caso de Lizbeth, este trabajo y la respuesta de su red de apoyo la han llevado a graduarse de una facultad de leyes, recibir su licencia como abogada a pesar de no contar con documentos, y a ejercer representando legalmente a otros inmigrantes a quienes ayuda a obtener el camino a la ciudadanía que ni existe para ella.
Actualmente hay dos versiones de la iniciativa de ley pendientes en el Congreso: el DREAM Act 2021, presentado en el Senado, y el American Dream and Promise Act of 2021 (la Ley de Promesas y Sueños Americanos de 2021) , en la Cámara de Representantes. Ambas propuestas ofrecen una ruta a la ciudadanía legal para los jóvenes Dreamers.
Al margen de lo que a corto o largo plazo se ofrezca a estos jóvenes — muchos de ellos, más cerca de la edad madura que de la juventud—, la experiencia de las dos últimas décadas nos obliga a preguntarnos: ¿Qué es lo que define a un ciudadano? El ejercicio de la ciudadanía — la participación en la vida comunitaria y productiva de tu sociedad— ¿puede ser definido de muchas maneras? ¿Eres ciudadano en función del sitio en el que vives, donde están tus afectos, donde trabajas cada día? ¿Lo eres dependiendo del lugar donde te parió tu madre? ¿Lo eres porque lo dice un papel?
Ciudadanos de facto
La imagen que viene a la mente cuando se habla de los Dreamers, es la de unos chicos que llegaron hace unos años y que están en camino de ir a la universidad o buscando otras opciones para su futuro. Sin embargo, los jóvenes se han convertido en adultos con una vida propia construida con esfuerzo y lucha. Muchos de ellos, ahora en sus treintas, tienen hijos que son ciudadanos estadounidenses, y se calcula que más de 256,000 niños y adolescentes nacidos en Estados Unidos tienen al menos un padre protegido por DACA.
Cuando la iniciativa fue presentada por primera vez, cerca de 1.8 millones de jóvenes podrían haber sido beneficiarios del DREAM Act. Desde ese entonces, casi dos millones más se han sumado a este grupo. Quienes eran pequeños han crecido; y quienes ya eran jóvenes adultos en posibilidad de regularizar su estatus si la ley se hubiera aprobado, siguen aquí.
Aunque en estas dos décadas los jóvenes Dreamers no han tenido acceso a la participación electoral, su participación política y ciudadana está fuera de discusión. Con una gran claridad política y precisión de acciones, los Dreamers se convirtieron en uno de los movimientos activistas más importantes de los últimos años en Estados Unidos, lo cual obligó a los medios de comunicación, a los políticos, y a la sociedad, a reconocer sus aportaciones y su presencia en el país. Pero, además, este grupo tiene como principal activo su identidad diversa, un reflejo de la sociedad estadounidense. Los chicos y chicas de la comunidad LGBTQ+ incluyeron el tema de la orientación sexual y la identidad de género en sus agendas, y dieron origen al movimiento conocido como “undocuqueer”.
Los Dreamers que se identifican como negros impulsaron la visibilización de la comunidad indocumentada que no se define como afroamericana, y acuñaron el término “undocublack”. Los chicos y chicas feministas o de minorías religiosas crearon alianzas con otros grupos y ampliaron su área de influencia: en la entrega de los premios Oscar de 2018, los temas más mencionados por los oradores fueron los Dreamers y el movimiento #MeToo.
Estos jóvenes no se asumen como una minoría, sino como ciudadanos activos de Estados Unidos más allá de su estatus legal.
Hay incluso una corriente dentro del movimiento que se niega a aceptar el término Dreamers, por considerar que la iniciativa DREAM Act, al centrarse en el acceso a la educación superior, refuerza la narrativa del inmigrante bueno y el inmigrante malo.
En gran medida, la principal característica que permite a este movimiento empatizar a tantos niveles, es que estos jóvenes no se asumen como una minoría, sino como ciudadanos activos de Estados Unidos más allá de su estatus legal. Desde luego les afecta la violación a los derechos de los inmigrantes o el arresto de personas sin documentos, pero también están conscientes del impacto que tendrán sobre ellos los recortes presupuestarios a la educación o los servicios de salud, la falta de regulaciones ambientales, o los ataques a la libertad de prensa, y actúan en consecuencia. El hecho de compartir intereses con otros grupos ha resultado en un movimiento netamente interseccional que los ha llevado a ser parte del mainstream estadounidense.
Ciudadanos esenciales
A medida que la pandemia se prolongaba, la discusión sobre los trabajos esenciales en manos de los inmigrantes puso sobre la mesa la necesidad de regularizar a quienes no cuentan con documentos, o que se encuentran bajo protección temporal. Es sabido que los beneficiarios de DACA han contribuido por un largo tiempo a la economía de Estados Unidos, a su fuerza laboral, y ahora a enfrentar la pandemia de COVID-19 trabajando en la línea de combate: en el sector de salud como médicos, enfermeras, y asistentes; en el sector de cuidados, o en la distribución de productos y servicios.
En Estados Unidos hay casi 700,000 jóvenes que han sido protegidos por DACA, y que han aprovechado esta oportunidad: terminaron sus estudios, algunos se graduaron con honores; se han convertido en médicos, enfermeros, abogados, activistas o artistas. Algunos han creado pequeñas empresas que generan empleo, y muchos son el principal sostén económico de su familia. Y en algunos casos ahora son parte de familias de estatus mixto: hogares donde un Dreamer tiene un cónyuge o hijos que son residentes legales o ciudadanos estadounidenses.
Beneficiarios de DACA en la fuerza laboral
77,000 trabajan en restaurantes
43,000 trabajan en el sector de salud o cuidado social
32,000 trabajan en supermercados, farmacias, y otros comercios
21,000 trabajan en pequeñas empresas y transporte de mercancías
14,000 trabajan en el sector manufacturero
10,000 trabajan en limpieza y manejo de desperdicios
Fuente: Oficina del Censo 2018.
Es conmovedor escuchar las historias personales de estos jóvenes, que han florecido tan pronto les dieron la oportunidad a través de DACA: Alma de Jesús y Alejandro Catalán, quienes se sumaron al movimiento en 2003 y hoy tienen dos hijos, pudieron alquilar un lugar propio, acceder a tarjetas de crédito, y mejorar sus ingresos. Brian de los Santos, quien hace diez años terminaba estudios de periodismo, es un editor en LAist y logró trabajar en el diario más importante de su ciudad, el Los Angeles Times. Yunuén Bonaparte, quien enfrentó dificultades para pagar sus estudios universitarios, hoy es una fotógrafa exitosa en Nueva York.
Pero además de sus historias individuales, los números oficiales dan una idea de la importancia del papel que han tenido estos jóvenes en la marcha del país. De acuerdo con cálculos de la Oficina del Censo en 2018, los sectores donde más trabajan los beneficiarios de DACA son restaurantes y servicios alimentarios, con casi 77,000 jóvenes. Les siguen 43,000 en el sector de cuidado de la salud y asistencia social, incluyendo más de 10,000 en hospitales. Hay 21,000 que trabajan en pequeñas empresas y transporte de mercancía; 32,000 en supermercados, farmacias, y otros comercios; 14,000 en el sector manufacturero, y más de 10,000 que realizan labores de limpieza y manejo de desperdicios. Casi una tercera parte de todos los jóvenes beneficiarios de DACA se encuentran entre quienes han estado en el frente de la batalla contra el COVID-19 por más de un año.
Otra vez en manos del Congreso
En 2017, los directores ejecutivos de las empresas Apple, Google, Amazon, y otras 800 compañías de Silicon Valley, enviaron una carta a los líderes del Congreso exigiendo una solución legal para los Dreamers por ser estos indispensables para la competitividad a nivel global. Dejar de tenerlos en estas empresas, añadía el texto, representaría la pérdida de $460,000 millones del Producto Interno Bruto (PIB) nacional y $24,000 millones en contribuciones al Seguro Social y servicios médicos a través de impuestos.
Además de su aportación en el ámbito económico y empresarial, en la última década los jóvenes Dreamers convirtieron su capacidad organizativa en capital político. Durante la contienda presidencial de 2016, los equipos de campaña de Hillary Clinton y Bernie Sanders, entre otros, incorporaron a su personal a algunos de los jóvenes que han destacado como líderes. Además de Lizbeth Mateo, otros jóvenes como Luis Ángel Reyes y Daniel Rodríguez, lograron ejercer como abogados de inmigración.
Los medios de comunicación también han sido revitalizados por la presencia de estos jóvenes bilingües, binacionales, y biculturales, un activo difícilmente despreciable en un mercado estadounidense cuyos consumidores hispanos seguirán aumentando.
Pero como recordatorio de lo frágil que es realmente el estado de los Dreamers, un juez federal en Texas recientemente determinó que el DACA es ilegal, negando a los nuevos candidatos la posibilidad de obtener este beneficio. El Departamento de Justicia anunció que apelarán esta decisión. Entre tanto está en riesgo la continuidad de la protección para quienes ya son beneficiarios con la inestabilidad laboral y económica que eso representa, y la carga psicológica y emocional ante la incertidumbre. Nuevamente, los jóvenes se encuentran bajo una zozobra que no cesará hasta que el DREAM Act, o alguna otra pieza legislativa, brinde el pleno acceso a la ciudadanía legal a estos, sus ciudadanos de facto más valiosos. DACA ha traído beneficios, pero es una curita adhesiva intentando mantener cerrada una herida que se sabe requiere una cirugía mayor en el corto plazo. Y esa cirugía, también se sabe, es el reconocimiento legal de una ciudadanía que los Dreamers han cultivado a pulso.
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Timeline
Eileen Truax es una periodista mexicana con más de 25 años de experiencia. Su trabajo se ha publicado en medios de Estados Unidos, América Latina, y España, como The Washington Post, Vice, El Universal, El Faro, Gatopardo, y 5W, entre otros. Ha publicado tres libros con ediciones en inglés y español: “Dreamers, la lucha de una generación por su sueño americano”; “Mexicanos al grito de Trump. Historias de triunfo y resistencia en Estados Unidos”; y “El muro que ya existe. Las puertas cerradas de Estados Unidos”.
Actualmente es profesora en el Máster de Periodismo Literario de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde también cursa el programa de Doctorado en Medios, Comunicación y Cultura.
Nick Oza llegó al periódico Arizona Republic como fotógrafo en el 2006. Se especializa en cubrir temas sociales, entre ellos inmigración, bienestar infantil, pandillas, y salud mental. Oza formó parte del equipo de Knight-Ridder que recibió el pPremio Pulitzer de Servicio Público en el 2006 por su cobertura de las secuelas del huracán Katrina y The Wall Project de 2017 para USA TODAY. (Foto de Stacey Champion).