Contra-Vacuna
La ciencia avanzó a una velocidad sin precedentes para desarrollar vacunas contra el nuevo coronavirus. Fue demasiado rápido para algunos latinos, especialmente para aquellos atraídos por los mitos y la desinformación
Nota del editor: este artículo fue escrito con el apoyo de una beca de periodismo de la Sociedad Gerontológica de América, la Red de Periodistas sobre Generaciones y la Fundación John A. Hartford.
En el rancho donde se crió en el estado de Chihuahua, al norte de México, Gabriela Navarrete aprendió desde muy niña que la tierra podía proporcionarle lo que necesitaba para curar sus enfermedades. Cáscara de mesquite, aceite de oliva, vinagre de maíz y el bicarbonato de sodio fueron útiles para tratar todo, desde dolores en las articulaciones hasta infecciones de garganta. Y en caso de empachos, la medicina era una buena sobada abdominal.
Navarrete, de 69 años, le transmitió a sus tres hijas y un hijo la lección de que "todo lo natural es lo que le hace bien al cuerpo".
Por eso cuando comenzó la pandemia de COVID-19, Navarrete se abasteció pronto de vitamina C, infusiones de jengibre, manzanilla, yerbabuena y té de tila para dormir.
Y aunque este arsenal no logró evitar que se contagiara del coronavirus el año pasado, ella se mantiene firme: su principio de "consumir todo lo natural", dijo, es más poderoso que la idea de vacunarse.
Por eso decidió que las nuevas vacunas contra COVID-19 no son para ella.
“Creo que al ponerme la vacuna (de COVID-19) me va a ir muy mal porque creo que están hechas del virus mismo”, dijo Navarrete desde su casa en Anthony, Nuevo México, un pequeño pueblo en la frontera estatal con Texas. “La única vez que me vacuné contra la gripe, me puse mucho peor y no quiero hacerle más eso a mi cuerpo.”
El coronavirus llegó a la familia de Navarrete a través de su hija de 17 años, una atleta que reanudó su práctica de voleibol una vez que se abrió el gimnasio de la escuela, después del confinamiento. Nadie en su casa tuvo que ser hospitalizado. Fueron tratados por el médico de familia con antibióticos, ibuprofeno y albuterol en inhaladores.
“El virus me dio muy fuertes dolores de cabeza y todavía se me dificulta caminar, por eso acepté las medicinas. Pero vacunarme, definitivamente no.”
Como otras personas de su edad, Navarrete tiene un mayor riesgo de infección. Sin embargo, eso no es suficiente para que ella o sus hijos descarten los mensajes que han recibido a través de WhatsApp, con videos que afirman, por ejemplo, que las vacunas se fabrican con tejidos de fetos abortados.
Dudas y temores
En todo Estados Unidos, la gente de todo tipo de grupos demográficos tienen persistentes dudas sobre las nuevas vacunas COVID-19, según una nueva encuesta hecha por el Monmouth University Polling Institute.
Un 50% de los encuestados declaró que tiene planificado vacunarse en cuanto se le permita. Pero un 19% dice preferir esperar a ver cómo reaccionan los otros a las inoculaciones, mientras que un 24% afirma que en lo posible evitará la vacuna.
Según datos recientes del monitor de vacunas COVID-19 creado por Kaiser Family Foundation (KFF) para rastrear actitudes y experiencias con las vacunas, el 18% de los adultos latinos dijo que “definitivamente no” se vacunará. Otro 11% dijo que solo lo hará si lo exigen los empleadores. Y entre quienes han decidido que se vacunarán, el 43% expresó querer esperar y ver cómo las inoculaciones afectan a otros latinos.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, los latinos tienen casi el doble de probabilidades de ser infectados por COVID-19 que la población blanca no Hispana. A pesar de eso, los latinos tienen cuatro veces más probabilidades de ser hospitalizados y casi tres veces más probabilidades de morir por el virus. Esto se debe en parte a la gran cantidad de latinos que son trabajadores esenciales y la consecuente exposición a sus compañeros de trabajo y al público. También influyen otros factores como el acceso a la atención médica.
A pesar del mayor riesgo, algunos latinos siguen desconfiando de la seguridad de las nuevas vacunas contra el coronavirus.
Por ejemplo, Navarrete, en Texas, dice creer el mito de que las vacunas contienen fragmentos de un virus real.
"Hay otras vacunas que tienen partículas de virus, incluidas las partículas de virus vivos", dijo Gerardo Capo, jefe de hematología del Trinitas Comprehensive Cancer Center en Nueva Jersey. "Esta vacuna es más moderna. Tiene proteínas internas del virus que no se considera que causan una infección. Es imposible".
La indecisión ante las vacunas en la comunidad latina de Estados Unidos no es necesariamente una cuestión ideológica o una creencia en el movimiento anti-vacunas. “Tiene que ver más con que no tienen información suficiente o tienen información incorrecta”, dijo Nelly Salgado de Snyder, investigadora de la Universidad de Texas en Austin.
La desconfianza se extiende incluso a los profesionales de la salud latinos.
Ada Linares, enfermera del área metropolitana de Nueva York, le dijo a palabra. que no son los mensajes sospechosos que se ven en las redes sociales o en textos de WhatsApp, sino su propia falta de familiaridad con esta vacuna: cómo se desarrolló y los posibles efectos secundarios quizás pasados por alto en las pruebas y ensayos hechos a una velocidad sin precedentes.
“Siempre he sido partidaria de las vacunas y creo que por eso estamos aquí hoy”, dijo. "Pero al mismo tiempo, no sé mucho sobre [las vacunas]".
Evadiendo la aguja
En Texas, los funcionarios comenzaron vacunando a trabajadores de la salud, residentes de hogares de ancianos y algunas personas mayores de 65 años.
En todo el estado, según el monitor KFF, solo el 15% de las vacunas ha llegado a los hispanos, a pesar de que los latinos representan casi el 40% de la población, el 44% de los casos de coronavirus y casi la mitad de las muertes por COVID-19.
"Necesitamos centrarnos en la equidad como parte del esfuerzo de vacunación COVID-19", dijo Samantha Artiga, directora del programa de políticas de salud y equidad racial de KFF. "Es importante monitorear los datos por raza y etnia para entender las experiencias de las comunidades ..., quién está recibiendo las vacunas y quiénes han sido los más afectados por la pandemia".
Pero hay algo más que reticencia. Los estudios sobre las bajas tasas de vacunación contra la influenza entre los adultos latinos mayores de bajos ingresos muestran que factores como no tener seguro, o no tener transporte para llegar a los centros de vacunación, representan barreras enormes.
Los expertos sugieren que las vacunas COVID-19 sin costo, disponibles para todos sin importar su seguro médico o estado migratorio, podrían ayudar a cerrar la brecha, “si la información está disponible en materiales lingüísticamente apropiados y se abordan con claridad las preocupaciones de la gente. Las familias inmigrantes deben tener la seguridad de que sus datos médicos son privados y no serán utilizados por agencias federales”, añadió Artiga.
Teorías de conspiración
Además de las teorías de conspiración desacreditadas de que las vacunas de Pfizer y Moderna pueden alterar el ADN, o contener microchips implantados por Bill Gates para monitorear a las personas con tecnología 5G, en las redes sociales circulan otros rumores específicos a la comunidad latina.
“La desinformación viral incluye mensajes de voz anónimos en WhatsApp que dicen que como a Trump no le gustan los mexicanos y construyó el muro, quiere vacunarnos para que no podamos tener más hijos; o que la vacuna es un veneno para los que estamos aquí sin papeles, que es una manera de deshacerse de nosotros”, dijo Salgado de Snyder.
Ella sugirió una posible razón por la que se acepta tal desinformación: “Nuestra gente se lo cree porque no tiene el nivel de educación ni el apoyo institucional para confirmar esta información que escuchan de otros latinos. Muchos no hablan inglés y la mayoría de la información científica no está disponible en español”.
Salgado de Snyder es coautora del estudio “Explorando por qué los hombres adultos mexicanos no se vacunan: implicaciones para las acciones preventivas de COVID-19”, realizado por la Migrant Clinicians Network y publicado en septiembre pasado.
Los datos se recopilaron en 2019 en la Ventanilla de Salud del Consulado de México en Austin. Antes de la pandemia, la clínica ofrecía vacunas gratuitas contra enfermedades como influenza, tétano, hepatitis A y B y el papiloma humano, en asociación con Austin Public Health.
Unos 400 pacientes dieron a las investigadoras una variedad de razones para no vacunarse, incluida la falta de tiempo o dinero, el miedo a las inyecciones y a los posibles efectos secundarios, insuficiente información o motivación, y la percepción de que están sanos y no tienen que inocularse.
“Mientras que las mujeres están más familiarizadas con el sistema de salud porque en México hay un programa universal de vacunación voluntaria y gratuita, los hombres tienen la creencia errónea de que las vacunas son la cura para un problema, pero no ven [una vacuna] como una herramienta preventiva", dijo Salgado de Snyder.
“Como proveedores del hogar, no quieren perder un día de trabajo para ir a vacunarse”, agregó. “Por eso nuestras recomendaciones en tiempos de COVID son que a través de algún tipo de clínica móvil, los empleadores ofrezcan vacunas en lugares de trabajo como empresas constructoras o plantas empacadoras de carne”, observó.
Demasiado rápido
María del Rosario Cadena recuerda que durante su niñez en Tampico, en el estado mexicano de Tamaulipas, recibió vacunas contra la hepatitis y la polio sin efectos secundarios. Pero le dio “mucha desconfianza" que las vacunas COVID-19 se desarrollaran y aprobaran tan rápidamente.
"He visto mucho en la tele que afectan varias partes del cuerpo y la gente se pone muy mal después de recibirla", dijo del Rosario Cadena.
Aparte de sus dudas sobre la vacuna, del Rosario Cadena insiste en que sigue todas las recomendaciones para protegerse de COVID-19: usa tapabocas, practica el distanciamiento social y se lava las manos con frecuencia. Y, como no sale "para nada", la mujer de 71 años dijo que cree que "el aislamiento es mi vacuna. Siento que no lo necesito".
Su hija Rocío Valderrabano, de 55 años, es diabética, por lo que pronto tendrá acceso a una vacuna COVID-19. Pero como tiene dudas, prefiere esperar a ver cómo reaccionan a la segunda dosis sus amigas enfermeras. "Conozco a personas que han tenido COVID y han pasado cuatro días con oxígeno. Sé que lo pasaron muy mal ... pero aun así quiero esperar y ver si hay reacciones secundarias [a la vacuna]".
Los médicos dijeron que la desconfianza también radica en que hubo pocas personas pertenecientes a minorías en los ensayos clínicos. En el ensayo de la vacuna Pfizer-BioNTech, los participantes eran 13% latinos, 10% afroamericanos, 6% asiáticos y 1% nativos americanos. La muestra poblacional en el caso de Moderna incluyó a un 20% de hispanos, 10% de afroamericanos, y 4% de asiáticos.
"Esperamos que los laboratorios que están desarrollando nuevas vacunas incluyan a más pacientes latinos en sus pruebas", dijo la Dra. Lucianne Marin, pediatra de la Clínica Los Barrios Unidos en Dallas, uno de los 75 centros comunitarios en Texas que proporcionará vacunas en barrios de inmigrantes.
Marín y el resto del personal médico de Barrios Unidos ya recibieron ambas dosis, inyecciones que le provocaron "un poco de molestia, cansancio y dolor de cabeza".
"Cualquier cosa extraña que ingrese al cuerpo puede causar una reacción", dijo. “Pero hay que entender que la vacuna no está hecha del virus vivo. Es de material genético que ayudará a generar anticuerpos. … Yo les digo a mis pacientes que una fiebre o un dolor en el cuerpo no se pueden comparar con la exposición al coronavirus.”
Las clínicas comunitarias han tomado la batuta en desacreditar los mitos y disipar los miedos. Han puesto énfasis en el mayor riesgo de infección para los latinos que tienen problemas de salud crónicos como diabetes, hipertensión y sobrepeso.
En consultorios médicos y a través de visitas de telemedicina, invitan a las abuelas a que sean ellas las portavoces en sus familias sobre la importancia de vacunarse. “Entre los latinos, los viejos de la familia son muy respetados y se les escucha; si ellos están convencidos [de la vacuna], la familia lo estará también ”, dijo Marín.
Los trabajadores comunitarios de la salud también comparten mensajes en Facebook, y trabajando con los medios locales de comunicación en español realizan debates virtuales con médicos y funcionarios públicos, incluso con representantes de consulados de países latinoamericanos.
“Es nuestra labor ser el mensajero confiable”, dijo Marin. “Las vacunas son seguras y gratuitas”.
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Jorge Melchor contribuyó a esta historia, reportando desde Nueva York y Nueva Jersey.
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