Doblemente Audaz
Las memorias de una exprostituta transgénero y un clamor por proteger a los trabajadores de sexo
Nota del editor: Haga clic aquí para leer la nota en inglés.
“El trabajo sexual es trabajo”, afirma Iván Monalisa Ojeda, un artista escénico chileno transgénero. Ojeda ha cobrado fama por su nuevo libro “Las Biuty Queens” (Astra House) y el documental “El Viaje de Monalisa” sobre sus 17 años como trabajadora sexual e inmigrante indocumentado.
“Solía identificarme como homosexual en Chile”, dijo Ojeda. “Pero ahora soy un two spirit transgender. Porque estoy feliz con mi parte masculina con el Iván y con mi parte femenina, que es la Monalisa”.
Ojeda explica que el término two spirit viene de las naciones indígenas en Norteamérica. “Mi segundo apellido es Leviante, que es mapuche,” dice. Los mapuches son un grupo de habitantes indígenas que viven en Chile y Argentina. “Es mi pasado, a pesar de que mi mamá nunca nos dijo. Mi mamá no soportaba a los mapuches, pero no lo puedo negar, está en mi sangre”.
Ojeda agrega que “ese ser que nacía así two spirit, ellos lo veían como un don de los dioses, entonces en las culturas indígenas los educaban porque eran quienes iban a ser el brujo, el hechicero o el sacerdote de la tribu”.
Directo y sin pelos en la lengua, Ojeda de 54 años, habla desde su casa en Washington Heights en el norte de Manhattan, vestido como Iván con shorts y una camiseta. Cuando se transforma en Monalisa le encanta ponerse pelucas coloridas, tacones, joyas y vestidos finos.
Ojeda es una voz importante en la lucha por los derechos de los trabajadores sexuales y en la controversia sobre la legalización completa de la comercialización del sexo — incluyendo la despenalización de los compradores de sexo, los prostíbulos y los proxenetas, coloquialmente llamados pimpes en spanglish — que brindaría más protección a los trabajadores y reduciría la trata de personas. Su posición discrepa con otros trabajadores de la industria del sexo, que opinan que la legalización total sería peligrosa para los trabajadores sexuales.
Un actor recibido de la Universidad de Chile en artes escénicas, Ojeda se crió en una familia conservadora en un pueblo pequeño. Una beca para estudiar teatro en Nueva York a mediados de los años 90 fue la puerta a su nueva vida.
Pero la beca terminó. “Qué voy a hacer?” le preguntó a sus nuevas amigas latinas travestis, que trabajaban prostituyéndose.
Le respondieron, “Haz lo que nosotras pues”.
“Estaba esperando que dijeran eso”, dice Ojeda.
Entonces una noche, Ojeda empezó a trabajar en Times Square, con plumas como peluca, tacones y un canguro de terciopelo rojo que convirtió en un vestido. Nació Monalisa. Y nunca más volvió a Chile, sino que en busca de su identidad como artista de género fluido, se transformó en la reina de las calles — un carismático luchador, con habilidades de actuación perfeccionadas que usó para crear personajes femeninos.
Escrito en español y traducido al inglés destacando la introducción del cineasta español Pedro Almodóvar, “Las Biuty Queens” es una colección de cuentos sobre las experiencias de Ojeda. El/ella escribe sobre su grupo de inmigrantes transgéneros y travestis que trabajan como prostitutas en las calles de la ciudad de Nueva York, a la vez que luchan contra la adicción a las drogas, los problemas de inmigración, la cárcel y la persecución de la policía.
“Las Biuty Queens irradia realismo”, dice la introducción de Almodóvar. “El sueño americano – visto desde la altura de un buen par de tacos – se torna en una pesadilla, una pesadilla diaria. Para éstas biuty queens, las muertes violentas son parte de su territorio”.
En el mes de la Herencia Hispana, el New York Times destacó “Las Biuty Queens” en una lista de libros sobre la vida de los latinoamericanos en Estados Unidos.
“¡Dinerales hice, dinerales!” dice Ojeda, recordando sus años como trabajadora sexual. “Pero también pasé por muy malas experiencias. Varias de las chicas fueron asesinadas”.
Una lucha, muchas voces
Asesinatos, tráfico y violencia en contra de los trabajadores sexuales — particularmente travestis y transexuales, la mayoría latinas y afroamericanas — son grandes problemas. Los defensores de los trabajadores sexuales señalan que estos crímenes hacen crítico que los legisladores aprueben leyes para protegerlos.
En los Estados Unidos, la prostitución es ilegal en todos lados, salvo en siete condados del estado de Nevada.
“Me han esposado y arrestado muchas veces solo por caminar en la calle”, dice Ojeda, que una vez fue arrestada solo por preguntarle la hora a un sujeto.
En “Las Biuty Queens”, Ojeda agrega: “Tres patrullas se parquearon frente a mí. Por toda la parafernalia y alboroto que se armó no sabía si me habían confundido con algún criminal de alta peligrosidad. Enceguecida por las luces y algo aturdida por el sonido de las sirenas. Nunca me había sentido tan importante”.
En febrero, el exgobernador de Nueva York Andrew Cuomo firmó una ley que revocó una prohibición estatal conocida como “Walking While Trans”. La ley de 1976, que prohibía andar por las calles para ejercer la prostitución, ha causado arrestros arbitrarios de personas inocentes, solamente basados en su apariencia, la mayoría personas transgénero y de color.
La legislatura de California ha aprobado una legislación similar para revocar leyes discriminatorias en contra de andar por las calles que se enfocan en trabajadores sexuales y mujeres transexuales de color. La propuesta de ley, SB 357, llamada “Safer Streets for All Act” (Calles Más Seguras para Todos) fue presentada por el senador estatal Scott Weiner (D-San Francisco).
“Enceguecida por las luces y algo aturdida por el sonido de las sirenas. Y por toda la parafernalia y alboroto que se armó no sabía si me habían confundido con algún criminal de alta peligrosidad. Nunca me había sentido tan importante”.
“Los arrestos son un abuso”, dice Ojeda, quien sufría una constante persecución de la policía cuando trabajaba en las calles de Queens y Manhattan. “Además todo el papeleo y la burocracia, con todo el crimen que hay es una pérdida de tiempo y de recursos.
Si las trabajadores sexuales son abusadas, no pueden acudir a la policía a hacer el reporte porque los oficiales las van a encarcelar solo por ser prostitutas. Las prostitutas tienen miedo de ir a la policía”.
En mayo de 2019, Ojeda tomó un autobus a la capital estatal, Albany, N.Y., junto a otros activistas para presentar una petición a los legisladores para despenalizar la comercialización del sexo. En el grupo se encontraban trabajadores sexuales, miembros de la legislatura de Nueva York, y organizaciones como DecrimNY, una coalición de más de 30 grupos que trabajan con la comunidad LGTBQ e inmigrantes para despenalizar y desestigmatizar el negocio del sexo en Nueva York.
En junio de 2019, la senadora estatal Julia Salazar (D-Brooklyn), directora del Comité de Salud de Mujeres del Senado, y otros legisladores presentaron un proyecto de ley que propone una reforma para que los adultos que comercializan o patrocinan el sexo de forma consensual no sean culpables de un delito.
“La continua penalización del trabajo sexual amenaza la seguridad de los trabajadores en la industria del sexo e impide enfrentar los serios daños del tráfico y del abuso”, dijo Salazar en una entrevista con palabra. “El trabajo sexual es la compra o intercambio de sexo entre adultos con su consentimiento”.
El lema “el trabajo sexual es trabajo” es el centro de un movimiento al cual se han unido activistas, legisladores, sobrevivientes de trata de personas, y los mismos trabajadores sexuales.
“Las leyes que penalizan el trabajo sexual crean condiciones en las que los trabajadores son discriminados y forzados a trabajar en condiciones peligrosas y se les hace imposible filtrar a los clientes”, dijo Salazar. “La penalización además daña desproporcionadamente a las mujeres de color, transexuales y las comunidades latinas. La despenalización del trabajo sexual es un paso necesario que debemos tomar para el bien y la seguridad de todos los individuos en la industria del sexo”.
Pero la legalización completa de la comercialización del sexo enfrenta la oposición de algunos trabajadores sexuales y víctimas de tráfico sexual, como también de legisladores y grupos que abogan por la protección de los trabajadores sexuales.
Un informe del FBI sobre el tráfico humano de 2019 con las más recientes estadísticas disponibles de 48 estados y Puerto Rico, indica que ese año hubo 1.883 incidentes de tráfico sexual reportados: 1.607 actos de comercialización sexual y 274 casos de servidumbre involuntaria. Sin embargo, debido a la falta de educación y de leyes a favor de la prostitución, muchos de esos crímenes nunca se reportan.
“La penalización además daña desproporcionadamente a las mujeres de color, transexuales y las comunidades latinas. La despenalización del trabajo sexual es un paso necesario que debemos tomar para el bien y la seguridad de todos los individuos en la industria del sexo”.
Sin embargo, Cristian Eduardo, un sobreviviente de tráfico, incluyendo tráfico internacional, se opone firmemente a la propuesta de ley de Salazar.
“Despenaliza a los que compran sexo, a los pimps (proxenetas) y a los dueños de los prostíbulos, quienes son los que promueven la prostitución y el tráfico sexual, bajo la idea de que todos los que se prostituuyen lo hacen por su propia voluntad, y eso no es cierto”, dice.
Eduardo dice que fue forzado a intercambiar sexo por apoyo económico, techo y medicina, cuando fue diagnosticado con VIH. Fue traficado desde México a Canadá, y luego a Nueva York. Los traficantes lo mantuvieron aislado y bajo constante vigilancia mientras lo obligaban a tener relaciones sexuales con hombres, a veces en fiestas organizadas.
“Hasta cuando tenía que ir al doctor, uno de ellos siempre estaba conmigo”, cuenta. “Hacía esta actividad sexual bajo la impresión que no tenía otra salida. Un día después de una fiesta, recuerdo que me dieron una bebida. No sé qué pasó, pero desperté sangrando del ano. Mi cuerpo ya no aguantaba más. Mi mente ya no aguantaba más. Tenía miedo de morir hasta que finalmente escapé”.
Ahora como líder y voz de Sanctuary for Families, una organización que ofrece una línea telefónica nacional de ayuda para víctimas de violencia doméstica, Eduardo es también parte del comité Equality Model committee, el cual apoya la legalización parcial del trabajo sexual: despenalizando a las prostitutas pero no a la comercialización del sexo. Él contribuyó a una propuesta de ley que tiene una postura diferente. La ley Sex Trade Survivors Justice & Equality Act, presentada por la senadora estatal Liz Krueger (D-Manhattan), despenalizaría la prostitución y protegería a las prostitutas aumentando las multas a los padrotes, a los traficantes y a los compradores de sexo para desalentar la explotación.
“Terminé ejerciendo la prostitución porque cuando hice mi cambio de género, me despidieron de mi trabajo, me echaron de mi casa y no tenía a nadie a quien acudir”.
La propuesta de ley refleja la posición de grupos como World Without Exploitation que luchan para erradicar la trata de personas y la explotación sexual, pero se opone a la legalización de la comercialización del sexo.
“Necesitamos despenalizar a las personas que somos prostituidas, para no tenerle miedo a los arrestos cuando reportamos crímenes que nos pasan”, dijo Esperanza Fonseca, una extrabajadora sexual que ahora es estratega para World Without Exploitation.
“Terminé ejerciendo la prostitución porque cuando hice mi cambio de género, me despidieron de mi trabajo, me echaron de mi casa y no tenía a nadie a quien acudir”, dice Fonseca, una mujer transgénero de ascendencia mexicana que vive en Los Ángeles. “Primero parecía una buena manera para salir adelante, pero rápidamente se convirtió en una trampa de la cual no podía escapar. Fui violada brutalmente varias veces. Tuve que ir al hospital, pero nunca quise hacer el reporte policial. La policía solo ha sido destructiva en mi vida desde chica. La policía no nos mantiene a salvo”.
Agrega Fonseca: “No buscamos despenalizar a aquellos que nos explotan, como los proxenetas y los que compran sexo porque ellos son los que causan la violencia”.
Pero los padrotes son necesarios, dice Ojeda, enfatizando un punto de vista comprensible a la despenalización. “Los padrotes son protección. Claro que hay de todo, pero en general ellos te cuidan. Las mismas chicas buscan a los pimpes”.
Mientras que muchos afirman que la prostitución es explotación, otros dicen que es un servicio esencial que deber ser protegido.
“Es una necesidad física y emocional”, dijo una extrabajadora de servicios escort en la ciudad de Nueva York, que habló en condición anónima. “Cuando esa necesidad no es atendida es cuando empiezan las distorsiones y las personas actúan de forma rara o en ciertos casos, criminal. Conocí ejecutivos interesantes que me dijeron que no tenían tiempo de salir con chicas y que solo querían sexo casual. Muchos solo necesitan alguien con quien hablar. Una vez un cliente me pidió que lo abrazara porque había cortado con su novia”.
Algunos estados han tomado pasos para apoyar a los trabajadores sexuales y a las víctimas de tráfico. En 2019, Hawai aprobó una ley bajo la cual los individuos prostituidos pueden retirar convicciones si no han cometido ningún crimen en los tres años anteriores. Hawai también está considerando una ley que se enfoca en los que compran sexo, clasificando la coerción como una ofensa de tráfico sexual, pero en febrero el comité jurídico rechazó la medida.
Pero, ¿es justo designar como criminal a una persona que compra un servicio sexual cuando el trabajador sexual es un adulto que quiere proveer esos servicios?
A Ojeda le preocupa que algunas medidas que penalizan a los que compran sexo, en realidad podría incentivar la trata de personas. Su libro y su documental son herramientas poderosas que abogan por cambios.
“Las trabajadoras sexuales necesitan tener todos los derechos y protecciones del estado para hacer lo que quieran hacer”, dice Ojeda. “Así se evitaría el tráfico de personas y el tráfico de menores. Una vez que se legalice la prostitución, ya no habrá pie para abusos”.
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Mariela Murdocco es una periodista y fotógrafa bilingüe de multimedia que ha sido nominada cinco veces a los premios Emmy. Nacida en Uruguay y basada en la Ciudad de Nueva York, comenzó ambas carreras simultáneamente en el 2002. Ha trabajado como reportera, productora de televisión, presentadora, fotógrafa y camarógrafa para Consumer Reports, Telemundo, News 12, The NY Daily News, Banda Oriental, The Jersey Journal y La Prensa Asociada. También trabajó como corresponsal de televisión para el Canal 7 en Uruguay y ha colaborado con publicaciones como The Guardian, The Huffington Post, Hola TV y Fox News Latino. En el 2012, Mariela fue elegida por votación como la directora nacional independiente en español de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos.