“El largo viaje de Carlos Guerrero”
El cineasta Joseph Mathew nos lleva por un periplo en el que explora el poder que puedan llegar a tener los migrantes, presentando a personajes reales
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El chef Carlos Guerrero pensó que lo había logrado, que después de cinco días recorriendo el desierto de Sonora, en Arizona, estaba a salvo. Ya del otro lado de la frontera y casi de noche, entró sediento a una pequeña tienda a comprar agua fría, galletas y algunas frutas. Sus labios partidos por la deshidratación, la piel carcomida por el sol y su vestimenta polvorienta alertaron al empleado del lugar.
Sin que Guerrero se diera cuenta, el estadounidense a cargo del negocio llamó a la policía creyendo que no tendría dinero para pagar. Junto a la caja registradora, el septuagenario Mike Wilson observó la escena como un cliente más y, luego, salió detrás de Guerrero para ofrecerle ayuda para resguardarse de las autoridades migratorias.
La escena es una ficción, pertenece a “El largo viaje de Carlos Guerrero” (Katha Films, 2024), una película de Joseph Mathew en la que cuenta la travesía de un inmigrante mexicano sin documentos que decide regresar a México solo a despedirse de su madre gravemente enferma. En su retorno a través del desierto, se encuentra con traficantes de drogas y extorsionadores, tanto mexicanos como estadounidenses, con familias angustiadas intentando entrar a Estados Unidos, pero también con grupos de activistas que ayudan a salvar vidas.
Tanto en la vida real como en la ficción, Wilson es un integrante de la Nación Tohono O'odham que ayuda a llevar agua a diferentes puntos del desierto para que los migrantes no mueran de sed. En la cinta encarna su propio lema: “Nadie merece morir por la falta de agua”.
El rostro de Wilson tiene el temple de los habitantes del desierto, curtido por el sol y surcado por el tiempo. Mirada profunda, sonrisa suave, cabellera larga y canosa sostenida por una pequeña coleta. A primera vista no tiene la apariencia típica de un actor. Y nunca pensó en serlo, hasta que un día el cineasta Mathew se lo propuso.
“¿Podrías actuar en mi película?”, cuenta Wilson que le pidió Mathew.
“Yo no soy actor”, le respondió Wilson.
“No quiero al actor; quiero a Mike Wilson”, le animó el director.
Además de Wilson, un pequeño grupo de voluntarios de la Iglesia Presbiteriana del Sur de Tucson aparecen como actores. La iglesia brinda refugio a migrantes y ahí se filmaron algunas de las escenas.
Mathew inició a escribir el guion de la historia en 2006, después de estrenar “Crossing Arizona” (“Atravesando Arizona”, Rainlake, 2006). Cuando convenció a Wilson para unirse al elenco, le dio una sencilla premisa: "Solo tendrás que interpretarte a ti mismo y hacer las cosas que normalmente haces".
El director se refería a esos 12 años de Wilson trabajando junto con la organización Humane Borders-Fronteras Compasivas para colocar banderas azules en decenas de tinacos de agua y rellenarlos para los migrantes. Entre 1981 y 2022, instalaron más de 80 de esas estaciones en los condados de Pinal, de Pima y de Maricopa, pero dejaron de hacerlo por la peligrosa presencia del crimen organizado que ponía en riesgo sus vidas.
Aunque suene simple, Mathew reconoció que actuar un papel sin ser actor no es tarea fácil. Wilson tuvo que memorizar muchos diálogos. “Aprecié su dedicación; lo hizo muy bien", dijo el director.
En la vida real, Wilson se describe como su personaje: “Soy exactamente yo”.
Tributo al amigo héroe
El cineasta Mathew realizó “El largo viaje de Carlos Guerrero” con la intención de dignificar la imagen de los migrantes en Estados Unidos, en medio de un año electoral y de la presión de diversas leyes estatales que aumentan el temor de deportaciones y de familias rotas, como la SB4 en Texas.
“Sabemos lo que se avecina, el alarmismo de un año electoral con conversaciones sobre ‘invasión' y ‘caos en la frontera’”, dijo el director, quien entiende lo que es migrar; él mismo es un inmigrante. Nació en Kerala, India, y vive en Estados Unidos desde hace más de 20 años.
La idea de una mejor “seguridad fronteriza” se está usando de nuevo para ganar votos en tiempos electorales; los políticos conservadores a inicios del año insistieron en que el Congreso aprobara una propuesta de ley para blindar los límites con México, pero esta no prosperó.
Trump continúa con la misma retórica contra la inmigración en su nuevo intento por llegar a la presidencia de Estados Unidos.
El cineasta Mathew quiso dedicar la película a su amigo Carlos García, un chef que comenzó a trabajar como lavaplatos cuando llegó de México a Nueva York y, con el tiempo, se convirtió en el chef ejecutivo del célebre Brasserie Les Halles, asumiendo la coordinación y el liderazgo después de que Anthony Bourdain dejara el restaurante para dedicarse a la televisión a principios de 2000.
El personaje principal del filme, Carlos Guerrero, es una ficción; la cinta no está basada en la vida de García, pero es un tributo que le ofrece Mathew. El director vivía cerca del restaurante y, durante largas charlas acompañadas de cerveza, comprendió los sacrificios que afrontan los migrantes.
“Esto me inspiró a hacer de mi héroe un inmigrante indocumentado”, dijo Mathew.
García murió de cáncer en 2015.
Un migrante personificando a otro inmigrante
Jonathan De La Torre, quien personifica a Carlos Guerrero, tiene 38 años, es originario de Ciudad de México y emigró con su familia a Arizona cuando tenía 5. Hace apenas tres años que obtuvo la ciudadanía.
“Mi padre fue deportado, varios de mis familiares tuvieron experiencias muy difíciles como migrantes y un tío falleció deshidratado en el desierto”, relató el actor. Quizá por eso los inmigrantes representados en la película, que muestran los pies destrozados por las caminatas en el desierto, conmovieron profundamente a De La Torre.
"Sentí la importancia y la gravedad de narrar esta historia", expresó. En el rodaje conoció la labor de Wilson y de los activistas de Humane Borders en la frontera. “Fue lo más bonito que me llevé”, dijo refiriéndose a la filmación.
La película se proyectó en las ciudades de Phoenix y Tucson en noviembre de 2023. Y, durante este año, se exhibirá en pequeñas salas y en festivales, como el Arizona International Film Festival (Festival Internacional de Cine de Arizona).
De La Torre compartió experiencias personales con el público durante los estrenos. Dijo que, en algún momento del rodaje en 2020, se sintió tan vulnerable como aquel niño de 5 años que cruzó la frontera. Como Carlos Guerrero en la película casi muriendo en el desierto. O como Carlos García en la vida real añorando regresar a México.
Contó también que, durante el último período de la grabación, cruzó a Nogales, Sonora, y, de regreso, lo detuvieron las autoridades migratorias durante cinco horas. El equipo de producción de la película tuvo que pagar una fianza de $500 para liberarlo.
“Uffff”. De La Torre deja escapar un resuello. “Desde que leí el libreto, yo (sentí que) tenía que contar esta historia, por la gente que conozco y por mí mismo”, aseguró.
Agua para miles de migrantes sedientos
Cuando Mike Wilson comenzó a llenar de agua los tinacos de Humane Borders en 2002, su gobierno de la Nación Tohono O’odham se opuso. “Ellos no querían que dejara agua porque pensaban que iban a pasar más inmigrantes”, contó el activista.
La amenaza de destierro por parte de sus autoridades tradicionales no lo detuvo. Tampoco las intimidaciones de la Patrulla Fronteriza. Menos aún las milicias civiles Minutemen que detenían a migrantes en la frontera y fueron las que dañaron los tinacos de agua.
Wilson siguió abasteciendo cada cisterna con 55 galones, el equivalente a 880 vasos de agua. Y recuerda con emoción el agradecimiento de los miles de migrantes con los que se encontró. Wilson vivió en Centroamérica durante los años de servicio militar y dice que aunque de niño vivió pobreza, nunca vio tanta como en El Salvador, Honduras o Guatemala.
Las muertes de migrantes en la franja fronteriza sur aumentaron cuando Donald Trump asumió la presidencia, en 2017, e incrementó la militarización en la zona. Los migrantes buscaron entonces otros cruces más mortíferos.
Según la Oficina del Médico Forense del Condado de Pima, se han recuperado 3.356 cuerpos de personas en la frontera sur entre 1990 y 2020. Algunos siguen sin ser identificados.
La académica especializada en derechos humanos y activista, Ángeles Maldonado, conoce la trayectoria de Wilson y está buscando alianzas con organizaciones a nivel nacional para promover la película.
Acerca de si la cinta podría influir en la perspectiva política de algunos votantes y en su apoyo a Trump, o en su desencanto con el presidente Joe Biden, Maldonado dijo que el mensaje más importante del filme es el poder que pueden llegar a tener las personas y la comunidad. Un recordatorio potente de que el cambio no solo viene por medio del voto, sino también de las acciones cotidianas de compasión y solidaridad. “La película nos empodera a nosotros mismos, nos hace saber que cualquiera de nosotros tenemos el poder y la posibilidad de asistirnos los unos a los otros”, alentó la activista.
Ese poder es la fuerza que mantiene a Wilson de pie a sus 74 años colocando agua en el desierto ahora en Green Valley, en el condado de Pima. Ese es el impulso que lo llevó a personificar su propia vida sin ser actor.
A las afueras del cine The Loft, en Tucson, en una fría tarde de noviembre, Wilson vestía una camisa roja y una corbata nativa, elaborada con cuero trenzado con una pieza de plata “I'itoi” de los pueblos O'odham, que representa a la creación divina.
“¿Usted fue 100% Mike Wilson en la película?”, le pregunté ese día.
“Sí”, respondió. Y luego dijo entre risas: “Y lo sigo siendo”.
Wilson caminó hacia la entrada del cine. Poco a poco, su figura se fue perdiendo entre la gente.