“Soy porque nosotras somos”
En Brasil, el recuerdo de Marielle Franco inspira los movimientos negro, feminista y LGBTQ+ contra la extrema derecha
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Francia Márquez invitó a Anielle Franco a acompañarla en el escenario del Auditorio Mayor de Bogotá. Era el 5 de marzo de 2022 y Márquez todavía era una promesa como candidata, emocionante pero aún no victoriosa. Sin embargo, sus simpatizantes, como Anielle, sentían como si ya fuera la primera presidenta mujer y negra de Colombia. Anielle había viajado a la capital colombiana desde Río de Janeiro, Brasil, para atestiguar su cierre de campaña, antes de la elección primaria para escoger candidato presidencial del Pacto Histórico, la coalición de izquierdas. Semanas después, Márquez se convirtió en la compañera de fórmula del aspirante más aventajado, Gustavo Petro. Y el 19 de junio, fue electa vicepresidenta.
Francia agitó una pañoleta amarilla con la leyenda en portugués “Justiça por Marielle” y el rostro en alto contraste de una mujer negra. La política afrocolombiana se encontraba entre quienes exigían justicia para Marielle Franco, la hermana de Anielle, que fue asesinada en Río cuatro años atrás, el 14 de marzo de 2018. Anielle observaba las similitudes entre ambas mujeres: como Márquez, Marielle Franco era una madre soltera negra que se había atrevido a aventurarse en un sistema político dominado por hombres blancos, bajo un gobierno de extrema derecha con tendencias misóginas, racistas y violentas, abiertamente inspirado en las tácticas de Donald Trump.
“Trae esperanza ver una campaña liderada por una mujer negra con una historia extremadamente destacada y fuerte, demostrando que la gente también podría tener varias Francias en todos los países de la América Latina”, declaró Anielle a la prensa cuando regresó a Río.
Si tan solo su hermana hubiera podido ser una de esas Francias.
Estigmas para la lucha
“Soy porque nosotros somos” (eu sou porque nós somos): este era el lema de Marielle y está escrito en su muro memorial, a unos metros de la avenida Joaquim Palhares, en el centro de Río, donde la concejal fue asesinada. Ese día, se dirigía a casa después de reunirse con un grupo de mujeres. Cerca de las 11 de la noche, los asesinos se aproximaron al carro de Marielle e hicieron 13 disparos. Ella recibió uno en el cuello y tres en la cabeza. A su conductor, Anderson Gomes, le dieron tres balazos en la espalda. Una asistente que venía sentada atrás, junto a Marielle, fue herida por fragmentos.
En otra parte del muro, los rostros de Marielle y Anderson preguntan “¿Quién nos mandó matar?”
Marielle solía presentarse con estas palabras: “Soy mujer, negra, lesbiana, madre, favelada (gente que vive o nació en una favela)”. Marielle convirtió estos estigmas sociales en los pilares de su activismo político.
De 38 años al momento de su muerte, Marielle siempre sonreía. Era una persona alegre, la que nunca olvidaba el cumpleaños de un colega, la que convencía a todos en la oficina de llegar más temprano para compartir el desayuno. Sydney Teles, un educador social negro que trabajó con Marielle en la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea de Río de Janeiro, recuerda una ocasión en la que ambos viajaban en tren. Marielle llevaba una calcomanía de campaña sobre el pecho. Una niña pequeña notó el parecido entre Marielle y el rostro del engomado. “Sí, esa soy yo, querida, esa soy yo”, dijo Marielle, y permitió que la chiquilla le quitara el pegote para ponerlo feliz sobre sus propias ropas.
Impunidad sistémica
La pareja romántica de Marielle por años, la arquitecta de 36 años Mônica Benício, fue electa en 2020 para ocupar el asiento de Marielle en el Consejo Municipal. Ella “era socialista, feminista, una mujer que cargaba en su cuerpo muchas historias de vida, muchas faltas”, dice Benício al describir a su amor perdido, con quien vivía desde 2016. “Su asesinato lleva el mensaje de que este cuerpo es el cuerpo de esas faltas que el Brasil juzga descartables, un cuerpo que no puede disputar espacios de poder. Porque el Brasil respeta pocas cosas, una de ellas son los espacios de poder pero ni eso, ni los cargos parlamentarios pueden proteger ese cuerpo que el Brasil desprecia”.
La línea de trabajo más relevante de Marielle era la denuncia de la violencia de las milícias, grupos paramilitares de derecha integrados por oficiales de policía retirados o en activo, que aseguran que están combatiendo a las bandas del narcotráfico sólo para apoderarse de sus negocios. Imponen su dominio sangriento sobre los favelados con cobro de piso, secuestros, torturas y asesinatos. No obstante, políticos, policías, una parte de la prensa, fiscales e incluso jueces simulan creer que los objetivos de las milícias son correctos para así justificar su negligencia y su complicidad abierta.
Esto mantiene el caso de Marielle empantanado. Algunos periodistas encontraron muchos malos procedimientos en la investigación oficial, incluyendo testigos descartados, evidencias contaminadas e intentos de cerrar el caso. Eventualmente, dos antiguos oficiales de policía, Ronnie Lessa y Elcio Queiroz, fueron detenidos, enjuiciados y condenados a cinco años de prisión cada uno, por crímenes menores: posesión de armas de fuego y tráfico de armas.
Después se reveló que Lessa vive en el mismo complejo residencial de lujo que Jair Bolsonaro (quien sigue siendo presidente de Brasil hasta el 1 de enero de 2023). Además, en noviembre de 2019, la cadena de televisión O’Globo transmitió el testimonio de un portero que declaró que el día del crimen, Queiroz llegó en carro y dijo que iba a la casa 58 (la de Bolsonaro). Según el testigo, un hombre que se identificó como “Jair” autorizó su ingreso, pero Queiroz se dirigió a casa de Lessa.
El presidente, que estaba en Arabia Saudí cuando esto salió a la luz, se apresuró a hacer control de daños: “La voz no es mía”. Él estaba seguro de esto porque se quedó con las grabaciones de seguridad. Dijo que alguien podría tratar de alterarlas, aunque se supone que deberían haber pasado a manos de la policía.
Después, la fiscalía desacreditó al testigo tras argumentar que no era la persona que habló con Queiroz.
Derrotar a Bolsonaro
Durante su campaña por la reelección, Bolsonaro debatió con su rival Luiz Inácio Lula da Silva, el 16 de octubre. “El candidato sabe que el que está ligado a las milícias y al crimen organizado no soy yo”, dijo Lula. “Y él incluso conoce la culpabilidad del crimen organizado en el asesinato de Marielle en Río de Janeiro”.
Las amigas de la líder fallecida se sintieron reivindicadas. Y la declaración venía de Lula, a quien habían dejado de apoyar hacía 17 años. Marielle formaba parte del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), cuyos miembros se separaron del Partido del Trabajo, de Lula, en 2005, enojados por su reforma a las pensiones. Pero tras cuatro años de Bolsonaro — cuyas políticas de extrema derecha, retórica y métodos alimentan el odio, destruyeron gran parte de la selva Amazónica y agravaron la cuota mortal de la pandemia con su negacionismo (desacreditar el conocimiento científico de la COVID-19) — encontré a las antiguas disidentes profundamente comprometidas a ayudarlo a ser electo.
“No es creer ingenuamente. No creemos que Lula vaya a hacer lo que es un gobierno más a la izquierda de sus anteriores. Hoy de manera excepcional caminamos junto a Lula para derrotar a Bolsonaro”, me dijo la diputada Dani Monteiro, que en 2018, a los 27 años, se convirtió en la integrante más joven de la Asamblea Estatal de Río de Janeiro. Ella y otras tres mujeres negras, dos en la misma cámara y otra en el Congreso Federal, fueron impulsadas a la victoria por la ola de indignación y solidaridad que provocó el asesinato de Marielle.
Mujer negra Presidenta
Después de una primera vuelta electoral, cuando quedó apenas dos puntos abajo de ganar con más de 50% de los votos, Lula, con su amplia alianza de la izquierda a la derecha moderada, venció en la segunda ronda del 30 de octubre, pero con una pequeña ventaja de 1.8% sobre el presidente. Aunque Bolsonaro se vio forzado a abandonar su amenaza de usar al ejército y la policía para retener el poder, sus aliados ganaron una importante cantidad de asientos en el Congreso y de gubernaturas estatales.
De cualquier forma, el PSOL de Marielle logró algunas victorias importantes Habrá tres nuevas congresistas que serán las primeras diputadas transgénero de Brasil, y dos pertenecen al PSOL. Lo mismo vale para las dos primeras mujeres indígenas legisladoras federales de sus respectivos estados, Sâo Paulo y Minas Gerais. En la capital nacional, Brasilia, uno de sus camaradas gays recibió el mayor número de votos en la historia de la ciudad. Y “Bancada Feminista”, una “candidatura colectiva” por un escaño en la Asamblea de Sâo Paulo — bajo el eslogan “Con un voto, elige cinco feministas negras” — fue electa con 259,000 votos.
“La truculencia política, la violencia política, ha fortalecido la resistencia de los movimientos feminista, negro, indígena, LGBT. También dice mucho sobre la fuerza que nosotros tenemos y de la determinación que tenemos de colocar a este país de vuelta en el proceso democrático”, me dijo la consejal Benício, añadiendo que una cosa es haber derrotado a Bolsonaro y otra derrotar el bolsonarismo.
Pero el recuerdo de Marielle las fortalece, dice su amor: “Representa ese lugar de esperanza, ese lugar de renovación política, pero sobre todo ese lugar de resiliencia. Marielle es una figura mucho mayor que Bolsonaro. Nos da mucha esperanza de que más Marielles puedan florecer y menos Bolsonaros puedan existir en nuestra sociedad”.
Ellas tratan de asegurarse de que alguien seguirá sobre las huellas de Marielle. Como escribió su hermana Anielle, en un artículo tras la victoria de Márquez en Colombia: “Al mirar a Francia a los ojos, tomar su mano y gritar junto con ella, sentir la energía de aquellas personas que estaban esperanzadas por el cambio, pensé en lo lindo que sería elegir a una presidenta o vicepresidenta negra en el Brasil”.
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Témoris Grecko is an award-winning Mexican journalist, documentary maker and political analyst who has covered armed conflicts around the world and has published seven non-fiction books, including “Killing The Story” in the U.S.
Eileen Truax es una periodista mexicana con más de 25 años de experiencia. Su trabajo se ha publicado en medios de Estados Unidos, América Latina, y España, como The Washington Post, Vice, El Universal, El Faro, Gatopardo, y 5W, entre otros. Ha publicado tres libros con ediciones en inglés y español: “Dreamers, la lucha de una generación por su sueño americano”; “Mexicanos al grito de Trump. Historias de triunfo y resistencia en Estados Unidos”; y “El muro que ya existe. Las puertas cerradas de Estados Unidos”.
Actualmente es profesora en el Máster de Periodismo Literario de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde también cursa el programa de Doctorado en Medios, Comunicación y Cultura.