Un triunfo para los “nadies”
Una mujer negra arranca a los afrocolombianos en regiones olvidadas del país de una narrativa de explotación, pobreza y guerra y los lleva a la promesa de equidad, desarrollo y paz
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Vinimos a la región Pacífico de Colombia, a pueblos tropicales que invocan el realismo mágico de Gabriel García Márquez, en busca de los orígenes de Francia Márquez. Esta mujer negra, una líder social, había impactado recientemente a las élites políticas, sociales y económicas, mayoritariamente blancas y masculinas, de Colombia y América Latina al atreverse a buscar la Presidencia de Colombia. El 13 de marzo, en elecciones primarias para escoger a los candidatos de las coaliciones nacionales del país — de izquierda, centro y derecha — Márquez terminó en el tercer lugar entre todos los aspirantes de las tres alianzas, incluso por delante del primer sitio de la centrista. Y en un sistema político en el que los candidatos presidenciales tradicionalmente seleccionan a sus compañeros de fórmula con base en intereses tácticos, ella se ganó el derecho a complementar la planilla de Gustavo Petro, el izquierdista que quedó en primer sitio general.
Los analistas señalaron que Márquez, una ambientalista, consolidaría el ala izquierda de Petro entre quienes sospechaban que él no es más que otro político de carrera bien dispuesto a pactar con quien sea. Su sorprendente arrastre y su influencia en el sector izquierdista catapultó a Márquez a la candidatura, a pesar de que Petro había buscado ampliar su base reclutando a alguna figura del centro-derecha y de que varios de sus estrategas pensaban que Márquez podría convertirse en un problema, pues amplios sectores del electorado podrían encontrarla inaceptable.
Por ser mujer. Por ser negra. Por ser pobre. Y a fin de cuentas, por ser de Pacífico, una de las regiones menos valoradas del país en lo que respecta a pobreza, violencia, inequidad y abandono institucional.
Es 16 de junio, tres días antes de la fecha electoral en Colombia. En el pueblo de Guapi, en la margen del río ancho y marrón del mismo nombre, con canoas y pájaros multicolor sobre un fondo de densa selva y un cielo gris, estamos cenando con un grupo de la mayoría afrocolombiana local (97% de los 30 mil residentes). Son miembros de la Plataforma Juvenil de Guapi, una organización de simpatizantes de Francia. Incluso a pesar de que estas tierras sin carreteras y con conexiones de internet lentas e inestables parecen muy ajenas a cualquier foro internacional, su conversación elocuente y sabia está impregnada de los debates globales más modernos, sin dejar de enraizarse profundamente en los fatales problemas de Pacífico.
Los hombres del grupo escuchan a Claudia Ximena Caicedo, de 26 años, y a Francisca “Pachita” Rentería, de 27 años. Aquí todos comparten agravios, como prejuicios contra su raza y origen, pero las chicas añaden el género y lo resumen así: “Somos mujeres, somos negras y somos de Pacífico: tres veces discriminadas”.
La esperanza y la determinación son también su piso común, mágico, encarnado en una persona real: Francia. Y ella y Petro van adelante en las encuestas, aunque sólo por un 0.3%. Colombia se siente en el filo de una revolución democrática o una involución violenta. Ellos están conscientes de que el gobierno del presidente actual, Iván Duque, está arrestando a líderes juveniles en las grandes ciudades para prevenir el descontento, acusándolos de crímenes desproporcionados como asesinato y tortura, y que las fuerzas de seguridad están preparando planes para confrontar protestas que pudieran surgir como resultado de un fraude electoral real o percibido. Muchos de los detenidos son de Cali (la metrópolis más cercana, a una hora de vuelo desde Guapi en avión pequeño) y son conocidos aquí por su participación en las manifestaciones nacionales de mayo de 2021, en contra de la política económica del gobierno, que dejaron más de 70 muertos y muchos desaparecidos, la mayoría a manos de la fuerza pública.
La gente de Guapi quiere caminos, programas de apoyo y oportunidades para vender sus productos agrícolas en mercados más grandes. Pero sobre todo, necesitan paz — la paz que conocieron brevemente entre 2016 y 2018, cuando el entonces presidente Juan Manuel Santos alcanzó un acuerdo con la organización guerrillera más importante del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y sus miembros, dejaron las armas para reintegrarse a la sociedad. Una paz que la gente de Guapi acusa al gobierno de Duque de haber boicoteado y roto. Dicen que los asesinatos, los secuestros y las extorsiones cometidas por bandas criminales, grupos disidentes de las FARC y por el Ejército de Liberación Nacional (ELN, la última guerrilla en activo) son tan graves en la región como en los peores momentos.
“El simple hecho de que se reduzca la violencia nos va a permitir crecer, desarrollarnos”, dice Ángela Morales, integrante de la Asociación de Consejos Comunitarios de Guapi, que regula la posesión colectiva de la tierra en términos de la Constitución colombiana de 1991. “La guerra es suya; viven de ella. Aunque en la guerra, no son ellos los que mueren. Somos nosotros, nuestros hijos, nuestros hermanos”.
Autoreconocimiento
La región Pacífico comprende cuatro departamentos —Chocó, Cauca, Valle del Cauca y Nariño— en la costa colombiana. Entre las más pobres del país, esta región ha sido olvidada por el Estado, aunque no por funcionarios públicos y oficiales del ejército que se benefician de sus alianzas con bandas dedicadas al contrabando de drogas y a la extorsión y que se aprovechan de la falta de caminos y de la debilidad de las instituciones.
Esto último es una realidad tan cruel que en abril, el jefe del ejército, el general Eduardo Zapateiro, no se molestó en contradecir las aseveraciones de Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, capo del Clan del Golfo, la mayor organización criminal del país, de que solían pagar a oficiales para facilitar sus operaciones en el área. En lugar de eso, Zapateiro atacó al candidato Gustavo Petro por sus comentarios sobre este asunto. “Mientras los soldados son asesinados por el Clan del Golfo, algunos de los generales están en la nómina del Clan”, tuiteó el político izquierdista. “La cúpula se corrompe cuando son los politiqueros del narcotráfico los que terminan ascendiendo a los generales”.
El abandono y la traición hacia los afrocolombianos viene desde la independencia de España. En 1813, el libertador Simón Bolívar prometió la libertad de los esclavos que se sumaran a su ejército pero, cuando llegó el momento, los revolucionarios blancos y terratenientes crearon nuevas normas para enmascarar la continuidad de la esclavitud, hasta 1852. Tanto a negros como a mujeres — al igual que a la población indígena — les negaron el derecho al voto. “Jamás les importó si participamos o no en elecciones presidenciales porque no nos necesitaban para ganar”, dijo Alí Bantú Ashanti, de #VotoPacífico, un grupo que promueve la participación electoral, en Timbiquí, una bella aldea fluvial a una hora de distancia de Guapi en lancha rápida.
En Pacífico, la abstención con frecuencia alcanza un 70%. En gran medida, esto es resultado del desplazamiento (a lo largo de décadas, miles de personas han sido expulsadas por la violencia pero siguen registradas para votar aquí), la dispersión rural (gente que vive en caseríos a 4 o 6 horas de distancia en bote), falta de educación y la necesidad de trabajar cada día o morirse de hambre, explicó Eblin Dionisio Rodríguez, coordinador en Timbiquí el movimiento “Soy porque somos”, creado por Francia “con el fin de erradicar las políticas de la muerte, el hambre y la mercantilización de los derechos”.
El objetivo de estos activistas es movilizar a su comunidad. Y para esto, cuentan con la ayuda de la identidad, del fuerte arrastre de Márquez: “Hay autoreconocimiento con Francia. No sentimos que nos vamos a sumar a una solución, sentimos que vamos a ser parte de nuestra propia solución”, dijo Wesner Alegría, abogado de #VotoPacífico.
O en las palabras que Lali, un “influenciador étnico” de 20 años, usó esa tarde en Guapi: “Veo a Francia y veo a mi mamá. Veo a alguien como nosotros. Nunca me pasó antes con otro político, aunque fuera negro”.
Si estos jóvenes activistas mantienen un vivo sentido de su identidad afro, es porque sus mayores se esforzaron mucho para que sucediera.
Como Teófila Betancourt, por ejemplo.
“La victoria (de Francia) será nuestra victoria”, afirma este pilar de la lucha de las mujeres de Guapi. “Por primera ocasión, nosotras, las ‘nadies’ (Márquez reivindica a los “nadies” que siempre han sufrido el abuso de los poderosos) seremos las ganadoras”.
Segunda vuelta
Esta confianza es opacada por el espectro del engaño y la violencia. Cada uno de los diversos grupos izquierdistas y liberales que se han ido a la insurrección armada en Colombia desde los años 40 lo hicieron en protesta por crímenes o fraudes electorales. Las organizaciones derechistas han lanzado guerras contra campesinos, estudiantes y otros activistas. Más líderes de derechos humanos han sido asesinados en Colombia que en ningún otro país del continente. Sucesivos acuerdos de paz han sido desgastados por las matanzas de excombatientes que habían dejado las armas.
El expresidente colombiano Álvaro Uribe (2002-2010) encabeza la oposición a cualquier diálogo de paz con grupos izquierdistas y el actual presidente Iván Duque —un protegido de Uribe— trató de descarrilar el proceso de paz en marcha con las FARC y detuvo las negociaciones con la única guerrilla que queda, el ELN (que a su vez contribuyó al objetivo de Duque al provocar una sangrienta explosión en una academia de policía). Uribe está acusado de complicidad con los paramilitares, ejércitos derechistas ilegales que cometieron cientos de masacres y otros crímenes contra civiles, y que, a pesar de haber alcanzado su propio acuerdo de desmovilización, se convirtieron en organizaciones de narcotráfico como el Clan del Golfo. Anteriormente, las actividades militares de las FARC — incluidas muchas otras masacres y el secuestro sistemático — ayudaron a Uribe a presentar cualquier muestra de descontento social como terrorismo, y a los políticos de izquierda como cobertura de la violencia. Algunos esperaban que el estancamiento del proceso de paz y los asesinatos de sus miembros desmovilizados empujarían a las FARC de vuelta a la guerra, pero esto no ocurrió. En 2019 y de nuevo en 2021, protestas masivas fueron enfrentadas con represión brutal y Duque y Uribe acusaron a los manifestantes de ser una amenaza para Colombia.
Para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, del 19 de junio, aquellos que no soportan la idea de un izquierdista en el poder prefirieron apoyar al inesperado candidato sobreviviente, Rodolfo Hernández. El polémico empresario sin proyecto de gobierno ni sustancia política, que se rehúsa a exponerse en mítines o debates pero ha hecho una exitosa campaña con videos de Tik Tok sobre un solo tema: anticorrupción — a pesar de que enfrenta procesos judiciales por corrupción.
Gustavo Petro fue un integrante político de la guerrilla M-19 en los años 80 y apoyó su desmovilización en 1990. Ganó la alcaldía de Bogotá, la capital colombiana, en 2012, pero fue depuesto en una cuestionada decisión, que inadvertidamente lo catapultó a convertirse en líder de los progresistas del país.
Ahora, en 2022, Petro alerta sobre un posible fraude electoral porque la Registraduría (institución a cargo de las elecciones) no auditó el software de conteo de votos, como había ordenado el poder judicial. Además, varios arrestos y asesinatos de activistas y los preparativos para enfrentar violentamente las protestas crean una atmósfera de preocupación y miedo.
Pacífico Vota
Es el día de la elección. Estamos en Suárez, una municipalidad en el norte de Cauca, una zona conocida por sus extensos cultivos de planta de coca (de la que se hace la cocaína) y sus frecuentes y sangrientas disputas gangsteriles. Hace dos días, una bomba en una motocicleta explotó justo frente a nuestro hotel, hiriendo a un agente de policía. Aquí es donde se espera que venga Francia Márquez a votar.
Nacida y criada en Yolombó, una comunidad a 15 minutos de Suárez en motocicleta, Márquez fue una madre de 16 años que trabajaba limpiando casas. Después se involucró en la lucha contra el extractivismo (una economía basada principalmente en la extracción de recursos naturales, con grandes consecuencias humanas y ambientales). Pagó sus estudios de derecho en la Universidad Santiago de Cali, ganó casos contra compañías mineras multinacionales y lideró la “marcha de los turbantes” (que recorrió 600 kilómetros de Suárez a Bogotá en protesta por la minería ilegal). Por amenazas de muerte, Márquez tuvo que marcharse de Yolombó. Fue acusada de ser guerrillera y sobrevivió a un intento de asesinato con granadas. Recibió reconocimientos como el Premio Goldman de Medio Ambiente y decidió postularse a presidenta.
¿Por qué? Lo explicó en Twitter, en agosto de 2020:
“Quiero ser Presidenta de este país.
Quiero que nuestra gente se sienta libre y digna.
Quiero que nuestros pueblos puedan ser desde sus diversidades culturales.
Que nuestros territorios sean espacios de vida.
Que nuestros niñ@s puedan andar sin miedo de ser asesinados”.
Durante la campaña, el “racistómetro” de la Universidad de los Andes registró 791 ataques racistas contra Márquez en tres categorías: los que la acusaban de resentimiento social; los que minimizaban su capacidad intelectual; y los que negaban su humanidad. Su eslogan “vivir sabroso”, que pide que todo el mundo tenga una buena vida, ha sido descalificado como una exigencia de dinero del gobierno para gente negra descrita como floja. Pero es una filosofía de Pacífico: “Para el pueblo negro en sus entrañas, en nuestra identidad étnica y cultural, se refiere a vivir sin miedo, se refiere a vivir en dignidad, se refiere a vivir con garantía de derechos”, explicó.
Sus simpatizantes van mucho más allá de la gente de su región. Incluyen afrocolombianos de la costa caribeña, de las grandes ciudades y otras áreas; grupos de varios pueblos indígenas; comunidades amenazadas por megaproyectos; líderes ambientalistas y sociales; parte de la izquierda tradicional, agrupada en el Polo Democrático Alternativo; e incluso los antiguos guerrilleros de las FARC que se desmovilizaron en 2016 para fundar el Partido Comunes.
Los comicios empiezan a las 8 de la mañana. Afuera de un salón de deportes convertido en centro de votación, Olga Lucía Pechemé, integrante del Consejo Comunitario local, se emociona ante las largas filas. “Hicimos una cuidadosa pedagogía política casa por casa”, explica. En este distrito, “sólo 8,000 personas salieron a votar” en la primera ronda de las elecciones presidenciales, añade. “Ahora necesitamos por lo menos 10,000”.
En México, de donde venimos, las casillas de votación son pequeñas y muchas, por lo que llegan a los pueblos más lejanos. En Colombia, centros como éste concentran alrededor de 21 mesas para sufragar. La gente pobre que vive lejos debe caminar muchas horas. “Hemos hecho un esfuerzo masivo para ayudarlos a venir”, insiste Pechemé.
Pasadas las 11 de la mañana, llega Francia Márquez, protegida por unos pocos policías y compañeros civiles. En un país en el que muchos candidatos presidenciales han sido asesinados, se esperaría una fuerte seguridad. Hay poco de eso. Los costados del salón ni siquiera tienen paredes y cualquiera puede meter algo. La gente rodea a su sonriente líder — con el cabello estilo afro ceñido hacia arriba, aretes dorados y una sobrecamisa larga naranja y azul de inspiración africana — y la detienen para hacerse selfies y abrazarla. Olga Lucía se aproxima a ella como una vieja amiga. La candidata parece contenta pero abrumada.
Horas después de la partida de Francia, los esfuerzos de Pechemé y sus colegas dan grandes frutos. A las 4 de la tarde, la votación cierra y emerge la primera cifra: 12,000 personas votaron en Suárez. Es un impresionante aumento de 50% en comparación con la primera vuelta. A las 4:25 p.m., se anuncia que Francia y Petro derrotaron 3 a 1 a sus rivales en este centro. Los resultados de Guapi son tremendos: un 96% para los candidatos izquierdistas. En Timbiquí, alcanzaron un 99%.
La Registraduría ya dio a conocer los primeros datos. La tendencia favorece a Gustavo y Márquez. A las 5 p.m., ya han contado el 90% de los votos en todo el país y ganaron por más de tres puntos.
La fuerza de Francia
Minutos después de que su triunfo fue anunciado, Márquez tuiteó: “Esto es por nuestras abuelas y abuelos, las mujeres, los jóvenes, las personas LGTBIQ+, los indígenas, los campesinos, los trabajadores, las víctimas, mi pueblo negro, los que resistieron y los que ya no están... Por toda Colombia. ¡Hoy empezamos a escribir una nueva historia!”
Sin embargo, ¿qué tanta influencia puede realmente tener Márquez en el nuevo gobierno? Históricamente, los vicepresidentes colombianos le deben su puesto al presidente y tienen poco poder. Además, el partido de Petro no va a contar con una mayoría propia en el Congreso y necesitará apoyo del centro y de la derecha moderada. Y Márquez se ubica a su izquierda.
No obstante, los Francistas, como algunos llaman informalmente a los simpatizantes de Márquez, se muestran optimistas. Luis Alberto Albán, un antiguo diplomático y negociador de las FARC que ahora es miembro del Partido Comunes y vicepresidente de la Cámara de Representantes, explica que desde el Ministerio de la Igualdad, que será creado como vehículo para Márquez y sus proyectos para las mujeres y las minorías, así como desde otros puestos del gabinete que deberán ser ocupados por sus seguidores, ellos intervendrán en las políticas públicas.
León Valencia, un politólogo que dirige la Fundación Paz y Reconciliación, un centro de pensamiento sin fines de lucro, calcula que de 64 senadores (incluidos 37 aliados de centro-derecha) que apoyan al nuevo Gobierno en una cámara de 108 miembros, 15 pertenecen a la base original de Francia.
Más importante aún, los números muestran que el arrastre de Francia fue clave para la victoria. Estudios estadísticos encontraron que de la primera a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, los votos de Petro crecieron principalmente en el Caribe (+698 mil), Pacífico (+586 mil) y Bogotá (+484 mil), regiones donde ella tiene un fuerte apoyo.
Si sólo se considera Pacífico, el dúo ganador venció ahí a sus rivales por una diferencia de 1,700,000 votos. Mientras que, a nivel nacional, la ventaja fue apenas de 700,000 sufragios.
Valencia pronostica que Francia Márquez “no será intrascendente” en el gobierno de Petro. “Primero, por su carácter. Segundo, por la manera en que llegó a su posición. Va a jugar un papel importante y seguramente generará controversia, (aunque) ésta no será una relación armónica, idílica, porque la señora tiene una personalidad fuerte”.
Somos Pacífico
En un mirador en las colinas, apenas a unos 200 metros arriba de Yolombó, la comunidad de Francia, sus parientes y vecinos más jóvenes celebran su victoria. “¿Cómo es esto si los negros nunca ganamos en política?” explicó Asunción, una joven de 17 años, tomando la realidad como si fuera magia. “¡Mucho menos las negras!”
Por primera ocasión en esta república bicentenaria, la gente de Pacífico importa en elecciones nacionales. Más aún, están convencidos de que hicieron la diferencia. “Petro sabe que, sin Francia, no hubiera ganado”, dice Olga Lucía Pechemé.
Se escucha sonar fuerte una canción de la banda de hip hop tropical ChocQuibTown:
“Somos Pacífico, estamos unidos,
nos une la región,
la pinta, la raza y el don del sabor.”
Gente negra bailando con camisetas de la campaña y agitando banderas bloquea la carretera de montaña que lleva al mirador. En otras épocas, serían apartados por la patrulla militar que está pasando, parte de un ejército que recientemente ha admitido su responsabilidad en crímenes terribles. Los soldados son mestizos de tez blanca y morena clara, al igual que cada policía que hemos visto. Parece que la seguridad colombiana no recibe a gente negra. Detrás de ellos, medio centenar de motociclistas llegan a sumarse a la celebración. Un masivo sonar de bocinas ahoga la música. Personas que se conocen y que no se conocen comparten abrazos intensos. Los cerros verdes de la cuenca del río Cauca le dan un impresionante fondo a esta alegría. Muchas son chicas en su adolescencia temprana. ¿Qué saben de los peores años de la violencia?
Es una historia de siglos, desde que hombres blancos que, por un lado, asistían a fiestas elegantes y pretendían ser religiosos y respetables, por el otro secuestraron, transportaron y esclavizaron a los ancestros de los que hoy celebran.
Aunque hoy estas jóvenes no están pensando en una exclusión centenaria. Su palabra del día es inclusión. Todo lo que ahora entienden es esperanza. Y en una exhibición de auténtico realismo mágico, gritan con pulmones de pantera la aspiración prohibida de que una mujer negra gobierne Colombia: “¡Francia presidenta! ¡Francia presidenta!”
Témoris Grecko es un premiado periodista, documentalista y analista político mexicano que ha cubierto conflictos armados alrededor del mundo y ha publicado siete libros de no ficción, incluidos “No se mata la verdad. El peligro de ser periodista en México” y “Canás. Francotiradores de la Siria rebelde”.
Ivan Castaneira fotoperiodista y videasta mexicano especializado en movimientos sociales, personas desaparecidas en México, migración, cambio climático y derechos humanos.