Drogas en las escuelas: Más allá del castigo

 

Estudiantes en Tenafly High School, en Tenafly, Nueva Jersey. Foto de Mariela Murdocco para palabra

 
 

Padres y educadores pueden sentirse impotentes en la búsqueda por detener el consumo de drogas de los adolescentes, pero las intervenciones basadas en evidencia pueden marcar la diferencia al fortalecer las habilidades de los chicos así como sus relaciones con los adultos

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En agosto de 2022, un estudiante de 16 años de Red Mesa High School, en el Condado Apache, Arizona, se desplomó fuera de la cafetería de la secundaria, echando espuma por la boca. Sufrió una sobredosis por un cóctel de drogas callejeras y un potente alcohol de fabricación casera.

Afortunadamente, sobrevivió. Pero el incidente aterrorizó a Amy Pérez Fuller, superintendente del distrito escolar de Red Mesa Unified School. “Los latidos de su corazón estaban por las nubes”, dijo Pérez Fuller. “No reaccionaba. Pensé que iba a morir”. 

El incidente en la secundaria Red Mesa no es un caso aislado. A lo largo y ancho de los Estados Unidos, las escuelas secundarias se han convertido en focos críticos de consumo y venta ilegal de drogas. Alrededor del 22% de los estudiantes de secundaria declararon que les habían ofrecido drogas en las instalaciones del instituto en los 12 meses anteriores, mientras que un 22% dijo haber consumido  marihuana y un 29% admitió haber bebido  alcohol en los últimos 30 días, de acuerdo a una encuesta realizada en 2019 por el Centro Nacional de Estadísticas en Educación.

El consumo de alcohol y drogas en la adolescencia puede llevar a conducir peligrosamente y a tener un comportamiento sexual de riesgo, como tener relaciones sexuales sin protección, puede causar daños permanentes en el cerebro en desarrollo y hasta provocar una adicción de por vida. Las familias inmigrantes y los estudiantes de color enfrentan desafíos únicos a la hora de prevenir y abordar el abuso de drogas, desde el costo de los tratamientos hasta las barreras culturales y lingüísticas, incluyendo el acceso al cuidado y a la información de buena calidad. Las medidas punitivas, las suspensiones escolares y la vigilancia excesiva generalmente son ineficaces  y, de hecho, pueden contribuir al consumo de drogas, según un estudio. La solución, dicen los expertos, son los programas de prevención basados en evidencia — que se ha comprobado que funcionan por medio de investigaciones o estudios de campo — que les enseñan habilidades sociales para saber cómo rechazar drogas desde una temprana edad, educan a las familias y entrenan al personal de la escuela en tácticas de prevención.

Fuente: Un estudio de 2021 de La Administración de Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental. Infografía de Stef Arreaga para palabra

“Si solo nos enfocamos en el estudiante y no en el entorno, no será exitoso”, dijo Pérez Fuller.

Las investigaciones demuestran que los programas que apuntan a persuadir o a “asustar” a los estudiantes no funcionan, dijo. “Una vez que entiendes lo que hace (una droga), una vez que tienes el lenguaje que te enseñaron, sabes cómo negarte, cómo dejarlo. No somos castigadores. Así que tenemos que enseñarles”.

Epidemia de drogas y alcohol

Cuando James iba a la escuela intermedia y a la secundaria, vapear (fumar cigarrillos electrónicos) en los baños de la escuela era normal en la institución privada de Manhattan en la que estudiaba becado. (El nombre de James fue cambiado para evitar posibles impactos negativos en su carrera). 

“Había gente con sus bolígrafos y aparatos con aceite de cannabis”, dijo James, procedente de Queens, Nueva York, quien ahora tiene 19 años y estudia ciencias de computación en una universidad de Iowa. Probó por primera vez marihuana con sus amigos cuando tenía 15 años, pero no empezó a fumar con regularidad hasta el último año de secundaria.

Estados Unidos tiene uno de los índices más altos del mundo de consumo de drogas entre adolescentes, con casi un 25% de estudiantes de 12avo. grado que consumen, según Nora Valkow, directora del  National Institute on Drug Abuse. En 2021 y 2022 (cada año), alrededor de un 31% de los estudiantes de ese grado consumió cannabis y un 27% vapeó nicotina, mientras que un 52% consumió alcohol en 2022, de acuerdo a Monitoring the Future, un estudio anual que realiza la Universidad de Michigan desde 1975.

En la escuela, los estudiantes generalmente vapean en las escaleras y en los baños porque es donde hay menos adultos y, en el caso de lo baños, además no hay cámaras, dijo Stephen Walton, subdirector en Fannie Lou Hamer Middle School, en El Bronx, Nueva York, donde el alumnado es 65% latino, 29% negro y  3% blanco. Hace cuatro años, no se vapeaba en la escuela, dijo Walton. Pero esta tendencia está cambiando y el consumo va en aumento. “Este año probablemente confiscamos como… digamos, unos 12 o 15 dispositivos”, agregó. “Pero también hemos tenido probablemente otras 10 instancias donde los estudiantes dijeron que sabían de alguien que estaba vapeando pero no pudimos encontrar a los vapeadores”.

Algunos padres se preguntan si las escuelas son ambientes seguros. “Me aterra la falta de preocupación que parece tener la escuela", dijo Angelique Ortiz-Cameron. Sus hijas mellizas estaban en octavo grado (tenían 14 años) cuando tuvieron que dejar de usar el baño principal en su escuela intermedia de Leonia, Nueva Jersey, porque era el lugar más popular para vapear y debieron usar el baño de arriba. “No quiero que desarrollen malos hábitos que luego podrían ser peligrosos en su vida futura”, dijo Ortiz-Cameron. “Me sorprendió saber que se vapea mucho y se consume mucha marihuana en las escuelas”.

Pérez Fuller dijo que muchos estudiantes de su distrito empiezan a consumir drogas en su casa antes de ir a la escuela. “Al llegar a la escuela, ya están bajo la influencia de algo como la marihuana”, dijo. Pérez Fuller agregó que, como en otras escuelas, el uso de drogas en Red Mesa High School generalmente se da en los baños.

Angelique Ortiz-Cameron y sus hijas mellizas frente a su escuela en Leonia, Nueva Jersey. Ortiz-Cameron desea que la escuela provea más información o que ofrezca talleres para abordar el problema del vapeo en los baños. “Quizás los padres prestarán un poco más de atención a esta situación” dijo. Foto de Mariela Murdocco para palabra

El colorido y los sabores de los productos para vapear atraen más a los niños. Valkow dijo que esto es peligroso. Cuando se vapea cualquier sustancia, se puede estar consumiendo una mayor cantidad que cuando se fuma. Vapear dosis altas de nicotina, la sustancia adictiva que contienen los cigarrillos, o de THC, el principio activo de la marihuana, puede llevar a los adolescentes a las salas de emergencias, agregó.

Opioides potentes como el fentanilo son extremadamente peligrosos, dijo Valkow. “Puede ser letal en pequeñas dosis. El fentanilo se está infiltrando en el mercado ilegal cada vez más a través de píldoras falsificadas, incluso entre adolescentes que pueden procurarse medicaciones con receta como el Adderall o benzodiazepinas”. Las muertes relacionadas con sobredosis de fentanilo en el grupo de edad de 10 a 19 años, aumentaron un 182% de 2019 a 2021, de acuerdo a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).

Cuanto más jóvenes son cuando empiezan a consumir drogas o alcohol, más alto es el riesgo de adicción de por vida. Las sustancias adictivas modifican las vías neuronales y pueden dañar permanentemente al cerebro en desarrollo.

Fuente: National Institute on Drug Abuse. Infografía de Stef Arreaga for palabra

“Si el niño está en octavo grado cuando prueba drogas y alcohol por primera vez, tiene casi un 50% de probabilidades de desarrollar una adicción a lo largo de su vida”, dijo Jessica Lahey, educadora y autora del libro “The Addiction Inoculation”, residente en Vermont. “La edad promedio de iniciación en las drogas y el alcohol en Estados Unidos es de alrededor de los 13 años y medio. Realmente afecta el aprendizaje, la maduración. Afecta las funciones ejecutivas de los niños, ni que hablar de todos los riesgos que conlleva el consumo de alcohol en cuanto a muertes por accidentes”.

Según la experiencia de Lahey,  la gente realmente no entiende por completo cuánto daño puede causar el abuso de sustancias en el cerebro adolescente. Las sustancias adictivas pueden dañar el cerebro en una etapa crucial del desarrollo, que continúa hasta aproximadamente los 25 años. También impactan el aprendizaje y el juicio.

“Las drogas interfieren en los procesos cognitivos”, dijo Valkow. Resaltó que el consumo de marihuana está asociado con un mayor riesgo de enfermedades psiquiátricas y que la nicotina puede aumentar el riesgo de depresión. “La marihuana, por ejemplo, si estás vapeando, básicamente va a impedir que memorices o que aprendas cosas nuevas”.

Riesgos para los estudiantes de color con bajos ingresos

Aunque los latinos se encuentran entre los grupos étnicos con índices más bajos de consumo de drogas, pueden ser particularmente vulnerables. De acuerdo con un estudio de la Administración de Servicios de Abuso de Sustancias y de Salud Mental realizado en 2021, uno de cada 10 adolescentes latinos de entre 12 y 17 años había consumido drogas ilícitas.  

Ser una persona de color puede significar tener que enfrentar niveles más altos de intolerancia y discriminación. Esto es particularmente cierto en familias inmigrantes y aquellas que son indocumentadas, dijo César Bravo Wolfe, director asociado para Partnership to End Addiction, una organización sin fines de lucro con sede en Nueva York, que guía a las familias mediante programas sobre adicción y prevención, mediante investigación, activismo político y líneas telefónicas de ayuda para las familias. Bravo Wolfe, quien también trabaja como especialista bilingüe en las líneas telefónicas de la organización, nota que, cuando las llamadas provienen de familias que escapan de la pobreza o de la violencia en sus países de origen, el trauma del proceso de inmigración y el temor a la deportación agravan el problema de las drogas.

César Bravo Wolfe, desde su oficina en Rochester, Minnesota, enfatizó la importancia de la comunicación con los adolescentes, de evitar ser punitivos, de establecer una fuerte comunicación con ellos y de construir un sistema de apoyo. En 2022, Partnership to End Addiction apoyó a alrededor de 20,000 familias a través de sus programas con 11 especialistas de la línea de ayuda. Cinco de ellos, bilingües. Foto cortesía de Partnership To End Addiction

“No se sienten cómodos hablando con los canales oficiales”, dijo Bravo Wolfe, enfatizando la importancia de poder buscar ayuda anónimamente. Dijo que la mayoría de las llamadas — gratuitas y confidenciales — están relacionadas con el consumo de marihuana y con el dabbing, es decir, con la vaporización de aceite de cannabis concentrado.

En Fannie Lou Hamer Middle School, algunos estudiantes inmigrantes han vivido experiencias horrorosas “al haber sido separados de sus familias o al enfrentarse al racismo”, dijo Walton.

Los jóvenes inmigrantes están bajo presión para funcionar en un mundo bicultural y bilingüe, lo cual puede crearles una sensación estresante de no pertenecer a ningún lado, particularmente a la sociedad estadounidense predominante, dijo Flavio Marsiglia, profesor de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Arizona y director del Centro Global de Investigación de Aplicación de Salud. Esto los hace más propensos a usar drogas. El sentimiento antilatino es otro factor, dijo Marsiglia: “Ellos creen que, ‘si mis amigos me ofrecen algo para fumar o para beber, les caeré mejor porque seré parte del grupo’”.

Hay más oferta de sustancias y productos tóxicos en barrios donde prevalecen poblaciones marginales, así como también de tiendas que venden y anuncian artículos relacionados con drogas, tales como dispositivos de vapeo, licores, cigarros Phillies blunt (cigarros de tabaco con sabores) y narguilés, también conocidos como hookahs.

“Uno de los problemas es que es tan accesible”, dijo Walton refiriéndose a las drogas en el área de South Bronx. “Hay cuatro bodegas en un radio de tres cuadras alrededor de la escuela y todas venden estos dispositivos de vapeo”, dijo Walton.

Estudiantes fuera de su escuela en Leonia, Nueva Jersey. Cada vez más, los profesores se encuentran con que sus responsabilidades no son solo enseñar, sino también asegurarse de que sus estudiantes estén seguros en un ambiente sano. Foto de Mariela Murdocco para palabra

De acuerdo a Linda Richter, vicepresidenta senior de investigación en prevención y análisis de Partnership to End Addiction (Alianza para Acabar con la Adicción) “uno de los factores de riesgo más importantes en el consumo de sustancias entre los jóvenes más chicos es estar expuestos a ellas y tenerlas disponibles a su alrededor , un problema mayor para la población de color que para los niños blancos”.  

Es más, muchos estudiantes de color pueden no tener tantos recursos para tratamientos hospitalarios, que pueden costar entre $15,000 y $27,000 por una estadía de 30 días, de acuerdo a American Addiction Centers (Centros de Adicciones Americanos). Muchos programas de tratamientos aceptan seguros médicos privados. Algunos aceptan pacientes de Medicaid y admiten inmigrantes indocumentados; sin embargo, los inmigrantes indocumentados a menudo tienen que luchar para acceder a estos servicios médicos. El tratamiento puede incluir entrevistas motivacionales, terapia cognitiva-conductual y asesoramiento individual, dijo Marsiglia. En algunos casos, la medicación puede ser una parte eficaz del tratamiento, agregó. 

Además, James, el estudiante universitario, resaltó que si los estudiantes de entornos marginados son expulsados del centro educativo por consumo de drogas, las consecuencias podrían ser potencialmente más graves que para otros compañeros más privilegiados. “El niño más rico  definitivamente tendrá dinero para restablecerse”, dijo, pero un estudiante como él, que proviene de una familia de bajos ingresos y que depende de una beca, podría ser rechazado en otras escuelas.

Las medidas punitivas no funcionan

No hay una solución simple para el problema del consumo de drogas en las escuelas. Uno de los varios desafíos es que las pastillas, el cannabis comestible y los dispositivos de nicotina son fáciles de esconder. “Entiendo la frustración de los padres porque sus hijos deberían poder ir al baño sin estar rodeados de otros niños que consumen drogas o se las ofrecen”, dijo Richter.

Beatriz Peláez-Martínez, una profesora de Español y de Italiano en Tenafly High School, dijo que, si un profesor sospecha que un estudiante está bajo los efectos del alcohol o de las drogas — aunque no lo esté —,  tiene la obligación de reportarlo a la administración, llevarlo a la enfermería de la escuela y llamar a sus padres. “Es un problema de salud que está afectando a un niño concreto. Cómo ese niño obtiene la sustancia, es también un problema”. Foto de Mariela Murdocco para palabra

Algunas escuelas han adoptado medidas como instalar detectores de humo y sacar las puertas de entradas a los baños, como es el caso de Tenafly High School, en Nueva Jersey. “Desafortunadamente, los niños sí vapean en los baños”, dijo Beatriz Peláez-Martínez, quien enseña Español e Italiano allí, mientras caminábamos por los pasillos. A veces, el personal de la escuela revisa los baños; otras veces, son los mismos estudiantes los que informan al personal que otros están vapeando. Pero, para cuando el adulto llega, el niño ya se fue. “Hay que ir a mirar las cámaras de los pasillos”, dijo. “Los niños pueden ser identificados, pero no siempre es infalible”.


‘No los castiguen. Eso crea más distancia entre padres e hijos. Tú quieres reducir la distancia, no hacerla más grande’.


Bravo Wolfe aconseja a las familias por teléfono, mensaje de texto, Facebook, correo electrónico y mediante un grupo de apoyo comunitario por internet. Él impulsa a las personas que llaman a comunicarse con sus hijos de forma productiva. “Hablamos sobre algo que nosotros llamamos trampas de la comunicación”, dijo. “El temor es una de ellas; un sermón es otra”.

Fuente: Partnership to End Addiction, y el libro “The Addiction Inoculation” de Jessica Lahey. Infografías de Stef Arreaga para palabra

Bravo Wolfe enfatizó la importancia de estar informados y de establecer relaciones de confianza entre padres e hijos para que los jóvenes se sientan seguros, sean más sinceros sobre lo que les está pasando y acudan a sus padres en busca de apoyo. “Padres y cuidadores juegan un rol crucial”, dijo Bravo Wolfe, e indicó que el castigo y la confrontación — incluso cuando se aplican con amor — nunca son el camino correcto. Él aconseja “establecer buena comunicación” y “no asustarlos”.

“No los castiguen”, dijo Marsiglia. “Eso crea más distancia entre padres e hijos. Tú quieres reducir la distancia, no hacerla más grande”.

Las medidas punitivas en las escuelas, como las suspensiones sin asistir a la escuela, son perjudiciales y dañan desproporcionadamente a los estudiantes de color, dándoles mas tiempo para que consuman drogas, resaltó la superintendente Pérez Fuller. “Nosotros llamamos a los consejeros para que los ayuden con su adicción, pero no los echamos de la escuela”. Este enfoque es nuevo para algunos padres latinos y navajos cuyo primer instinto es castigar a los niños, una postura que empeora el problema, dijo Pérez Fuller.

Escuelas como Tenafly High School optaron por instalar detectores de humo y por sacar la puerta de entrada de los baños para evitar que los estudiantes se escondan a vapear. Foto de Mariela Murdocco para palabra

¿Cuáles son las soluciones?

En el distrito escolar anterior de Pérez Fuller, Florence Arizona, un programa internacional llamado Manténte Real (keepin' it REAL) redujo exitosamente, año tras año, el consumo de drogas, la presencia de parafernalia y la necesidad de tomar medidas disciplinarias por motivos relacionados con las drogas. Este programa bilingüe que aborda el consumo de sustancias basado en la comunidad reportó una reducción significativa en el consumo de drogas entre los jóvenes de Arizona, a lo largo de Estados Unidos y en otros países como Uruguay, España y México. REAL es un acrónimo de: Refuse (rechazar), Explain (explicar), Avoid (evitar) y Leave (abandonar), el corazón de la estrategia. “A veces los chicos no tienen las habilidades necesarias para saber cómo lidiar con lo que se les ofrece y no saben qué hacer” explicó Marsiglia, uno de los creadores del programa.

Un estudio entre 1,364 estudiantes de 35 escuelas intermedias de Phoenix concluyó que los estudiantes que habían participado en keepin' it REAL habían dejado de consumir alcohol, cigarrillos y marihuana en un porcentaje de un 61% mayor al de los que habían participado en otros programas. Marsiglia y su facultad publicaron sus descubrimientos en Prevention Science en 2007 y 2003, y han reportado resultados positivos en estudiantes de todo el mundo desde entonces.

Los programas que previenen el abuso de sustancias exitosamente proveen a los preadolescentes habilidades para la vida, estrategias y herramientas para lidiar con situaciones de riesgo, según muestran las investigaciones. “Se trata de darles a los niños información real, las habilidades y las herramientas que necesitan para sentirse cómodos diciendo que no”, dijo Lahey, la educadora y autora radicada en Vermont.

Angelique Ortiz-Cameron y sus hijas mellizas en su hogar en Edgewater, Nueva Jersey. Mantener a los adolescentes activos y establecer relaciones de confianza entre los padres y sus hijos juega un rol primordial en la prevención del abuso de sustancias. “Soy una mamá muy involucrada” dijo Ortiz-Cameron, cuyas hijas practican fútbol, básquetbol y atletismo. Foto de Mariela Murdocco para palabra

Keepin’ it REAL se enfoca en las necesidades de la comunidad latina, con una versión en español del programa especialmente personalizada para adolescentes inmigrantes. El programa incluye videos adaptados lingüística y culturalmente que han sido producidos con la ayuda de los adolescentes.  

Keepin’ it REAL es impartido por el mismo profesor que da la clase, porque “es la mejor persona para hacerlo, porque él o ella ya conoce a los chicos y hay una relación”, dijo Marsiglia.

Lahey enfatizó que los programas más eficaces empiezan ya en preescolar, como Botvin Life Skills, un programa basado en evidencia que enseña a los alumnos habilidades sociales y emocionales para prevenir el consumo de sustancias.

“La mayoría de los lugares aquí, en Estados Unidos, esperan hasta la enseñanza media o la secundaria para recién empezar a hablar sobre drogas y alcohol”, dijo. “Esperan para cuando ya es demasiado tarde”.

Marsiglia está de acuerdo. “Ellos tienen que ser parte de la conversación desde una edad temprana. Entonces se torna algo natural. Todos los niños deberían acceder a este tipo de programa de prevención”.

Visite Drugfree para recibir ayuda en inglés, o este enlace por ayuda en español. Infografía de Stef Arreaga para palabra

Mariela Murdocco es una periodista y fotógrafa bilingüe de multimedia que ha sido nominada cinco veces a los premios Emmy. Nacida en Uruguay y basada en la Ciudad de Nueva York, comenzó ambas carreras simultáneamente en el 2002. Ha trabajado como reportera, productora de televisión, presentadora, fotógrafa y camarógrafa para Consumer Reports, Telemundo, News 12, The NY Daily News, Banda Oriental, The Jersey Journal y La Prensa Asociada. También trabajó como corresponsal de televisión para el Canal 7 en Uruguay y ha colaborado con publicaciones como The Guardian, The Huffington Post, Hola TV y Fox News Latino. En el 2012, Mariela fue elegida por votación como la directora nacional independiente en español de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos.

Stef Arreaga es una periodista de investigación que vive exiliada en los Estados Unidos. Originaria de Guatemala, vivió el período más sangriento de una guerra que perduró casi cuatro décadas. Luego, se dedicó al periodismo de investigación para medios alternativos, donde trabajó en conflictos relacionados con la memoria histórica, la minería, el extractivismo, mega proyectos, monoculturas, posesión de tierras, criminalización y malnutrición, especialmente en comunidades que han sido históricamente oprimidas. En 2017, comenzó a investigar y a documentar el caso del incendio del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde 41 niñas fueron letalmente quemadas vivas  y 15 lograron sobrevivir. También condujo talleres de periodismo comunitario para periodistas centroamericanos que trabajan en movimientos de base, granjeros, y organizaciones de mujeres. Muchos de estos periodistas enfrentan criminalización y persecución por sus esfuerzos por documentar.

Katherine Reynolds Lewis es una galardonada periodista de asuntos sobre ciencia donde cubre temas relacionados con niños, salud conductual y mental, educación, raza, género, discapacidad, y temas relacionados para la revista Atlantic, el New York Times, Undark, y el Washington Post, entre otros. Su libro, The Good News About Bad Behavior, surgió de la historia más leída de Mother Jones. Graduada en física de Harvard, Katherine es la fundadora del Instituto para Periodistas Independientes (IIJ, por sus siglas en inglés)  y ex corresponsal nacional de Newhouse y Bloomberg.

 
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