Resurgen los fantasmas de la deportación
El temor a un posible regreso de Trump a la Casa Blanca está provocando una profunda ansiedad en miembros de las comunidades inmigrantes de Chicago; coaliciones lideradas por inmigrantes buscan dar apoyo.
Nota del editor: Este reportaje es el segundo de la serie “Luchas Invisibles” un nuevo proyecto periodístico que se enfoca en la salud mental de las comunidades de inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo en Estados Unidos. Comenzamos en Chicago, una ciudad fundada por un inmigrante haitiano que tiene la cuarta población de inmigrantes más grande del país. La serie es una colaboración entre la oficina de Chicago de MindSite News y palabra, una plataforma multimedia de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos. Este proyecto es posible gracias a la financiación de la Fundación Field de Illinois.
Este reportaje puede contener escenas o referencias que podrían afectar a personas que tienen un trauma. Si tú o alguien que conoces necesita ayuda en salud mental, llama a la Línea 988 de Prevención del Suicidio y Crisis.
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Apenas dos días después de que el actual candidato republicando a la presidencia, Donald Trump, fuera elegido presidente de Estados Unidos, en noviembre de 2016, defensores de la salud mental en Chicago, Illinois, se reunieron para debatir el impacto de las elecciones en la salud mental de los inmigrantes. La reunión resultó en la fundación de una nueva organización: la Coalition for Immigrant Mental Health (Coalición por la salud mental de los inmigrantes; CIMH, por sus siglas en inglés), una red de organizaciones que se unieron para brindar apoyo en salud mental a los residentes de la ciudad que no tienen estatus legal.
Una de las fundadoras, Maria Ferrera, profesora adjunta de trabajo social y estudios étnicos críticos de la Universidad DePaul, en Chicago, recuerda que ella y muchos otros activistas en defensa de la salud mental estaban profundamente preocupados por los inmigrantes aterrorizados con la retórica de Trump, por lo que decidieron unir fuerzas para ayudarlos. “No creo que ninguno de nosotros esperase realmente que Trump ganara”, dijo.
Ocho años después, esos temores están estallando nuevamente. El domingo por la noche, en un mitin en Nueva York, Trump prometió iniciar, en su primer día de mandato, “el programa de deportación más grande en la historia” de Estados Unidos, y se comprometió a “rescatar a cada ciudad y pueblo que ha sido invadido y conquistado”.
En Chicago, la intensidad del estrés y de la ansiedad que han experimentado los migrantes tras los ataques implacables de Trump, especialmente durante la actual campaña presidencial, ha deteriorado la salud mental de estas personas hasta el punto de que algunas dicen sentir una desesperación y una desesperanza que no superan, ni siquiera con el apoyo de sus seres queridos. Desmoralizados ante el torrente de amenazas e insultos, otros están recurriendo al alcohol por primera vez en sus vidas. Algunos migrantes, como la residente en Chicago Ana Pérez, dicen estar atormentados por pensamientos suicidas.
Pérez ―quien está usando un seudónimo por temor a exponerse a ser deportada si es identificada― vive en el barrio conocido como La Villita, un destino codiciado en el Medio Oeste por muchos inmigrantes mexicanos. La Villita es un barrio bullicioso, con pastelerías mexicanas, restaurantes familiares, una próspera comunidad artística y más de 500 comercios de propietarios que viven en esas comunidades y que aportan 900 millones de dólares al año a la economía de Chicago. Pérez y su familia se encuentran entre los casi 67.000 latinos del barrio, los cuales representan aproximadamente el 82% de todos los residentes de La Villita. De esos residentes latinos, 28.000 provienen de México.
Pérez estaba recién casada cuando se mudó a Chicago desde el estado de Guerrero, México, para construir una nueva vida. Sin embargo, ahora vive con una preocupación constante. Su salud mental se ha perjudicado, dijo, por los ataques de Trump a los inmigrantes y por sus amenazas de deportaciones masivas y de campos de internamiento. “Ha llegado al grado de afectarme muchísimo”, comentó Pérez, quien llegó al punto de considerar suicidarse “para no sentir y no ver todo lo que viene”. Está viendo a un terapeuta para recibir apoyo mientras pasa por este momento oscuro.
Ella cree que, si Trump gana las próximas elecciones, su vida será aún más difícil de lo que fue después de la victoria del expresidente en 2016. “Viene con más fuerza”, dijo. “Creo que ahora tiene mucho apoyo. La gente lo está elevando. Entonces, eso le da más poder para decir: ‘Bueno, puedo hacer cosas que antes no hubiera hecho’”.
Preocupaciones sobre una nueva oleada de miedo y desesperación
Los inmigrantes latinos jóvenes pueden ser particularmente vulnerables. El temor y la desesperación sembradas por la retórica de Trump y la amenaza de deportaciones a gran escala durante su presidencia y en la actualidad ya ha dado como resultado intentos de suicido y un fuerte aumento de pensamientos suicidas entre jóvenes inmigrantes, lo cual alarmó profundamente a Ferrera. Inmediatemante después del triunfo de Trump las líneas telefónicas de la National Suicide Prevention Lifeline (Línea nacional de prevención del suicidio) se encendieron en un aumento sin precedentes de llamadas de personas jóvenes.
El 10 de noviembre de 2016, poco después de la victoria de Trump, Ferrera y unos 25 profesionales de servicios de salud mental se reunieron en una sala de conferencias de la Escuela de Psicología Profesional de Chicago, donde compartieron historias de las llamadas de auxilio que estaban recibiendo por parte de familias y jóvenes inmigrantes. Algunos estaban en Estados Unidos gracias a la DACA, o Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, una política de inmigración implementada en 2012 que protege de la deportación a inmigrantes sin estatus legal que cumplen con los requisitos y que llegaron al país siendo niños.
“El nivel de estrés era simplemente desconocido”, dijo Ferrera refiriéndose a los jóvenes. “A los dos días estábamos escuchando sobre jóvenes DACA que se estaban suicidando. Así que puedes imaginar lo que representa Trump”.
A solo días de las elecciones presidenciales de 2024, los inmigrantes en Estados Unidos temen que el regreso de Trump a la Casa Blanca implique, tal como anunció, el regreso del tipo de políticas de inmigración y de la retórica incendiaria que caracterizó su primer mandato. Trump ha prometido que utilizará al ejército, incluida la Guardia Nacional, para acorralar y deportar hasta 20 millones de inmigrantes sin documentos , y que ordenará políticas fronterizas más severas. Ha llamado a los migrantes “animales”, “asesinos a sangre fría”, “las peores personas” y “el enemigo desde dentro”, y ha hecho numerosas afirmaciones falsas sobre personas de otros países, incluyendo el repetir en redes sociales la mentira de que los inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, se están comiendo a los perros y a los gatos.
Los ataques verbales de Trump contra los inmigrantes son tan desquiciados que el medio digital Politico ha descrito sus diatribas en campaña como “racistas” y “xenófobas”, añadiendo que cada vez contienen más de “lo que algunos expertos en retórica política, fascismo e inmigración dicen que es un fuerte eco de los autoritarios y de la ideología nazi”.
Muchos migrantes temen que el frágil santuario que han construido con años de trabajo agotador en las sombras —un hogar estable, una mejor vida para sus hijos— se evapore si gana Trump.
Niños atrapados por el miedo
Desde el apartamento de dos habitaciones que comparte con su esposo, con dos hijas de 17 y 23 años y con su nieto de 7, Pérez explicó que su marido trabaja como mecánico mientras ella se encarga de la familia. Debido a que la pareja no ha podido obtener documentos legales, Pérez dijo que ellos viven con el temor constante de ser deportados, lo que les ha impedido comprar casa, ya que les preocupa que, si ella y su esposo fueran deportados, la carga de pagarla recaería sobre sus hijas.
Su hija más pequeña sufre los mismos miedos y la misma ansiedad. Le cuesta dormir, dijo Pérez, y pregunta frecuentemente si hay un plan en caso de que deporten a sus padres. “Ella sí sufre mucho, pobre de ella, porque ella sí se acuesta pensando, viendo las noticias, qué está pasando, quién va ganando”.
Hace 8 años en Chicago, organizaciones sin fines de lucro y coaliciones que apoyan a los inmigrantes se movilizaron rápidamente en respuesta a la elección de Trump, organizándose para fortalecer la salud mental de los inmigrantes. En 2024, están trabajando para contrarrestar la retórica antiinmigrante de Trump, que es cada vez más oscura, y para brindar esperanza a una comunidad atribulada.
Ahora, ante la posibilidad de que Trump sea elegido nuevamente, crece la ansiedad entre los inmigrantes, especialmente entre los que no tienen documentos legales y entre los recién llegados, que se preparan para posibles ataques a su bienestar y a su seguridad.
En 2016, Ferrera recordó sentirse impulsada a actuar. En aquel entonces, Ferrara ya enseñaba en la Universidad DePaul y participaba en investigaciones participativas basadas en la comunidad de estudiantes sin estatus legal, como parte de un programa de salud para empoderar a los jóvenes, el Youth Health Service Corps (Cuerpo de servicios de salud para jóvenes). Dicho programa estaba dirigido por el Centro Sin Fronteras, una organización fundada en Chicago por Emma Lozando, pastora de la Lincoln United Methodist Church (Iglesia metodista de Lincoln) y una reconocida defensora de los derechos civiles.
“Los escuchaba a ellos y a sus historias. Entonces lo supe. Tuve una sensación de lo mucho que los había impactado”, dijo Ferrera en referencia a la elección que ganó Trump en 2016.
Ferrera recordó a un estudiante de secundaria en un estado rojo que estaba viviendo en Estados Unidos sin documentos migratorios. Cuando su escuela celebró la elección de Trump, sintió que corría peligro. “Él tenía miedo de lo que fuera a hacer (Trump). Él sabía que estaba en problemas. Sabía que era vulnerable en un lugar donde, si la gente conocía su estatus legal, se vería en problemas”, dijo Ferrera. Según ella, el estudiante terminó dejando la escuela y la familia se mudó a Chicago.
Flor Ramirez, asesora comunitaria de Arise Chicago, una organización sin fines de lucro que se enfoca en abordar las injusticias laborales mediante la educación, el activismo y la defensa de políticas, recordó aquellos tiempos.
“Era un miedo colectivo”, dijo. “Un miedo que nos entró como familia. Tuve que llegar a hablar con mi obispo, a decirle que, si me deportaban, que si le podía dejar una carta de notariada que él se iba a encargar de mis hijos. Porque mi mayor miedo en ese tiempo era que mis hijos fueran a quedar con el departamento de derechos humanos y (...) que los fueran a separar”.
'No digas nada, no firmes nada'
Ramirez dijo que muchas personas instalaron cámaras fuera de sus hogares por si se presentaban agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), para poder avisar a los vecinos. “Era un pánico”.
Estaba pendiente del teléfono las 24 horas al día, recordó. “Empezamos a circular entre la comunidad unos números de ayuda. (Y avisamos) que, si te llegaba a pasar algo, para empezar, no dijeras nada, no dieras nada por hecho y no firmaras nada”, dijo Ramirez.
Su principal preocupación ahora son los recién llegados que incursionan en el mercado laboral. Porque, explicó, su comprensión limitada de sus derechos y del acceso a los recursos los vuelve más vulnerables a la explotación. Esto porque aún no están establecidos en la ciudad, son reacios a ingresar en edificios federales y carecen del apoyo y de los recursos que ella pudo obtener durante los años que vivió en Chicago, a través de sus colegas y de su trabajo en Arise.
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“Hay mucha gente que no sabe dónde recurrir”, dijo Ramirez. “Inclusive, hay mucha gente que ni siquiera denuncia ciertas cosas o va a la policía, porque le tenemos miedo a la policía. Yo (me di) cuenta (de) que hay gente que no va a denunciar las cosas que sufren (en) el trabajo, porque (el lugar al que tendrían que ir a denunciar) es un edificio de gobierno”.
Ramirez agregó: “Se va a poner más duro, definitivamente. Todos los ataques racistas se incrementan con este señor cada vez que habla. Cada vez que habla, la gente racista se empodera para podernos decir: ‘Espalda mojada, mexicano, regrésate de tu país, aquí se habla inglés’”.
En Arise Chicago, Ramirez ayuda a los inmigrantes sin documentos a obtener la Acción Diferida para la Aplicación Laboral (DALE, por sus siglas en inglés), que proporciona autorización de trabajo a quienes reportan infracciones laborales, no pago de salarios, abusos o acoso. Ella misma logró obtener una después de que su antiguo empleador no proporcionara mascarillas y equipo de protección durante el punto álgido de la pandemia de COVID-19, a pesar de que los trabajadores se lo solicitaron repetidamente. La autorización de trabajo alienta a los trabajadores a denunciar sin miedo a las consecuencias relacionadas con la inmigración, ya que ofrece protección temporal contra la deportación.
Ramirez añadió que los empleadores pueden sentirse alentados a aprovecharse de estos trabajadores, especialmente si programas como la DALE —introducidos durante la administración del actual presidente Joe Biden— son eliminados bajo un eventual gobierno de Trump, haciendo que aumente aún más el miedo de la gente.
Empleadores explotan el miedo de los trabajadores
Ramirez dijo que ve esta retórica como una táctica de miedo utilizada para manipular a los inmigrantes, y trazó un paralelismo con la intimidación a la que fue sometida por empleadores en un trabajo anterior. Recordó que un exgerente trataba de manipularla a ella y a sus colegas, diciéndoles: “Yo sé el estatus de muchos de ustedes, pero no se preocupen, no, no se preocupen, yo les voy a ayudar”.
Habiendo experimentado acoso, apropiación de su salario y represalias por parte de empleadores del pasado, Ramirez explicó que entiende las consecuencias que una presidencia de Trump podría acarrear para muchos inmigrantes sin estatus legal, tanto en el lugar de trabajo como fuera de él.
Rocío Gómez, supervisora, en Bethany Christian Services (Servicios cristianos Bethany), de los servicios que reciben los inmigrantes tras ser liberados de la custodia de autoridades migratorias, además de terapeuta bilingüe, antes trabajaba con recién llegados que habían sido evaluados por trauma, en un programa llamado Wraparound que, según dijo, perdió su financiación a principios de este año. “Éramos prácticamente la puerta de entrada para todos los que llegaban buscando asilo político y habían sufrido trauma”, dijo.
Gómez solía atender a los clientes que llegaban a Chicago y a otras partes del estado de Illinois a través de sesiones virtuales individuales desde su casa, para facilitarles el acceso a la ayuda. En sus videollamadas, escuchaba historias difíciles sobre amenazas de violación y de muerte que recibían sus clientes, así como sobre las luchas de sus familiares en sus países de origen.
Gómez dijo que ahora, “con la retórica que hay de que el asilo político va a ser más difícil de ganarlo”, los inmigrantes empiezan a escuchar historias y a preocuparse por ir a la corte de migración. “‘Quizás a la entrada (de la corte) me van a deportar, me van a agarrar y me van a deportar inmediatamente, no voy a ver a mi familia’”, dijo Gómez sobre lo que escuchó.
¿Puedo ir a la tienda?
Gómez notó que muchos de sus clientes seguían las noticias de inmigración con mucha atención y que cree que dicho hábito afectaba su salud mental. A menudo, les aconsejaba que se tomaran un descanso de las noticias.
“Mi posición era de terapeuta”, dijo. Y agregó que sus clientes le preguntaban: “Rocío, ¿usted qué cree que va a pasar? ¿Nos van a deportar? ¿Qué pasaría con mi familia? ¿Puedo ir al aeropuerto? ¿Puedo ir a la tienda?”.
También recordó que los clientes le decían cosas como: “Siento que me explota, siento que me explota la cabeza, el corazón, que me late mucho”.
Las pesadillas que tenían, en las que se veían separados de sus seres queridos, llegaban después, contó Gómez, junto con las dificultades para comer y los problemas con el consumo de alcohol. Muchos, que no habían tenido problemas con el alcohol antes, vieron cómo este se convertía en un problema después de llegar a Estados Unidos.
Gómez, que es también consejera licenciada en abuso de sustancias y trabaja en centros de adicción, recordó que algunos clientes le decían: “El alcohol me hace dormir, o me relaja. Entonces, ya me duermo y ya no estoy pensando en lo que va a suceder”.
‘La pérdida de identidad, combinada con la discriminación racial, conduce al aislamiento, la desesperación y al trauma continuo, creando un círculo vicioso de estrés y reactivación del trauma’.
El miedo y la ansiedad ante la posibilidad de que los comentarios venenosos de Trump puedan desatar violencia contra los inmigrantes ya se han materializado en algunas comunidades. Las afirmaciones falsas del candidato republicano de que los inmigrantes propagan el crimen violento han sido desmentidas repetidamente por diversos estudios. Uno de ellos, publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) en 2020, muestra que los ciudadanos estadounidenses tienen dos veces más probabilidades respecto a los inmigrantes sin documentos de ser arrestados por delitos violentos; dos veces y media más probabilidades de ser arrestados por delitos relacionados con drogas; y cuatro veces más probabilidades de ser arrestados por delitos contra la propiedad. Sin embargo, basta con que Trump repita una afirmación falsa sobre los inmigrantes y la delincuencia en un mitin, para que algunos de sus seguidores quieran tomar el asunto por mano propia, como sucedió sobre sus declaraciones falsas sobre los haitianos en Ohio.
Comunidad haitiana siente la presión y el odio
Quizás nadie sienta la gravedad de este momento con más profundidad que la comunidad haitiana en Springfield, Ohio. Múltiples amenazas de bomba han sacudido la zona, provocadas por las acusaciones de Trump y su compañero de fórmula, J.D. Vance, de que los inmigrantes haitianos estaban involucrados en actos ilegales, incluyendo el comerse las mascotas de los vecinos. A pesar de que líderes locales y residentes han desmentido estas calumnias, y de que el propio Vance admitió haber inventado las historias para defender un punto de vista, el daño ya está hecho: escalada de tensiones, cierre de escuelas y un impacto duradero en los haitianos mucho más allá de Ohio. En el centro de Chicago, donde se estima que la comunidad haitiana está formada por entre 30.000 y 40.000 personas, decenas de personas se reunieron en un mitín organizado por la Coalition of Haitian American Organizations (Coalición de organizaciones haitianoestadounidenses) para denunciar estas afirmaciones. A pesar de la intensa lluvia, los asistentes escucharon a los líderes religiosos, a los miembros de la comunidad y a los concejales que se dirigieron a los asistentes.
Los inmigrantes haitianos Yakini Ajanaku Coffy y su esposo, Jean Paul Coffy, compartieron sus ansiedades sobre la posibilidad de que Trump sea elegido, así como sus preocupaciones por las declaraciones llenas de odio que este hizo sobre su comunidad. Hablé con ellos dentro de su automóvil, el domingo, mientras fuera llovía a cántaros.
“Mi esposa me dijo: ‘Si no votas por Kamala Harris, entonces gana Donald Trump’”, contó Jean Paul, con resignación en su voz. “Ya he hecho eso antes”, añadió en referencia a su apoyo a los Clinton en el pasado, y expresó su decepción por el resultado.
Vestida con una camiseta negra de Kamala Harris, Yakini Ajanaku agregó: “Creo que, a estas alturas del partido, sería un crimen tener a Donald Trump nuevamente al mando. ¿Sabes? Ahora estamos lidiando con un ser humano narcisista y trastornado, y simplemente no creo que eso fuera lo más responsable”.
Pese a que los dichos de Trump sobre una oleada de crímenes por parte de inmigrantes haitianos y sobre que estos comen mascotas han sido desmentidos, el daño ya hecho es profundo.
El impacto sicológico del odio
Vanessa Prosper, doctora en psicología y profesora adjunta en el Boston College, de ascendencia haitiana, señaló que este tipo de discurso reactiva el trauma que los haitianos han sufrido durante décadas, socavando su salud mental.
“Pueden ser distintas reacciones, desde sentirse aun más hipervigilantes, aun más inseguros, aun más desconfiados del sistema estadounidense y de si este sistema realmente puede apoyarlos”, dijo Prosper. "Es como sentir que ‘bueno, no puedo contar con nadie’. Es sentirse desestimado”.
Ella destacó que el trauma racial reactiva el dolor del racismo sistémico, que luego se manifiesta en diferentes síntomas de salud mental, desencadenando ansiedad intensa, tristeza profunda, depresión e incluso una sensación de desesperanza que lleva a las personas a retraerse.
“La pérdida de identidad, combinada con la discriminación racial, conduce al aislamiento, la desesperación y al trauma continuo, creando un círculo vicioso de estrés y reactivación del trauma”, dijo Prosper.
Agregó que, como en muchas otras comunidades de inmigrantes, también entre la población haitiana existe un estigma sobre la salud mental, y entonces a menudo aparecen en la superficie sentimientos de ira o deseos de encerrarse en sí mismos, mientras en lo profundo subyace la tristeza.
“En la lengua criolla haitiana, no hay una palabra, digamos, para la depresión. Es más aceptado culturalmente mostrar ira y frustración que mostrar tristeza. También es una cultura en la que aprendes que, después de una lucha, viene otra lucha”, dijo Prosper.
La psicóloga enfatizó la importancia de educar a los inmigrantes sobre cómo reconocer y abordar el trauma, la depresión y la ansiedad, así como también la de trabajar para eliminar el estigma que rodea a la salud mental dentro de sus comunidades.
“Es difícil para la persona detenerse y reflexionar sobre cosas como: ‘¿Cómo me siento? ¿Estoy triste? ¿Me siento desanimado, desesperado?’”, observó Prosper. “Porque muchas veces la gente no puede permitirse el lujo de sentarse con sus sentimientos porque tienen que ir a trabajar”.
Haciéndo eco de las preocupaciones de Ramirez sobre los migrantes recién llegados, Ferrera, de la coalición CIMH, hizo hincapié en la necesidad urgente de ampliar los servicios, la financiación y la concientización para los más de 50.000 recién llegados que ha recibido Chicago desde el 31 de agosto de 2022. Muchos aún no están informados sobre los recursos disponibles debido a la falta de conexiones que tienen con las organizaciones que atienden a los inmigrantes.
“Las políticas de Trump han tenido un efecto escalofriante, y muchos inmigrantes desconfían del gobierno”, así como de sistemas y personas que no han demostrado ser aliados, dijo Ferrara.
Desde que, en 2022, la Coalition for Immigrant Mental Health obtuvo el estatus 501c3 (que permite a las organizaciones sin fines de lucro no pagar impuestos), la CIMH se ha centrado en ampliar su apoyo a las comunidades de inmigrantes. Sus principales iniciativas incluyen la actualización de su repertorio de recursos de salud mental, la disipación de mitos sobre los inmigrantes y la oferta de oportunidades para trabajar en la defensa de los derechos de los inmigrantes y en el cambio de políticas.
Desde 2016, la coalición ha capacitado a casi 500 trabajadores de primera línea de albergues para migrantes en Chicago en atención informada sobre el trauma, y han fomentado una red de más de 700 miembros dedicados a apoyar a las comunidades de inmigrantes en la ciudad. A medida que siguen creciendo, están elaborando un plan estratégico para aumentar su impacto, el cual incluye la creación de un consejo asesor comunitario para asegurarse de que su labor siga estando arraigada en las necesidades y en las voces de aquellos a los que sirven.
Ferrera dijo que, además de más fondos y concientización sobre la salud mental en las comunidades de inmigrantes, es fundamental crear entornos acogedores y seguros en los que las personas se sientan cómodas cuando piden ayuda.
“Creo que con nuestra coalición hemos sido sensibles al hecho de que esto no desaparece”, afirmó. “Es un miedo constante”.
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