Trans en la preparatoria
Las preparatorias que tratan a los adolescentes transgénero con respeto y cuidado brindan un apoyo esencial a nivel emocional y académico, además de ayudar a estos estudiantes a desarrollar la autoestima y a realizarse
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Es una tarde soleada de abril en Chino, California, cuando Violeta Acuña, una estudiante de 17 años que cursa el último año de preparatoria, y su maestro, Ernest Liberati, repasan las tareas escolares del día. Enfundada en una minifalda ajustada de color negro y unas sandalias negras con plataforma, Violeta se acomoda su larga, oscura y rizada cabellera mientras ambos charlan. Liberati, de manera cariñosa, la define como una “diva académica”: Asegura el profesor que el rendimiento académico de esta risueña y dedicada estudiante transgénero ha pasado, de ser el de una estudiante promedio, a ser “como una explosión”, desde que ésta se embarcara en la transición de género el año pasado.
La pequeña escuela chárter donde estudia Violeta, Options for Youth (Opciones para la Juventud) da la bienvenida a alumnos trans y además ofrece un plan de estudios independiente para los jóvenes que experimentan dificultades en escuelas tradicionales. Sin embargo, no todos los estudiantes LGBTQ+ de California gozan de ambientes escolares acogedores, a pesar de que la robusta legislación del Estado Dorado garantiza protección legal para los menores trans, incluso para aquellos que huyen de otros estados donde el acceso a los cuidados de autodeterminación de género están prohibidos o criminalizados.
‘Las escuelas son a veces el único lugar donde un estudiante trans, LGBTQ+ o no binario se siente seguro — siente que es un lugar para incluso experimentar y compartir su identidad —’.
De hecho, las escuelas no son seguras para la mayoría de estudiantes LGBTQ+ inscritos en centros secundarios de California, según una encuesta interestatal realizada en 2021 por GLSEN, una organización dedicada a la defensa de la educación queer. Un gran número de estudiantes manifestó que el ambiente en sus escuelas era hostil: El 49% de los estudiantes LGBTQ+ encuestados escuchó, con regularidad, comentarios homófobos por parte del personal escolar, y un 67% escuchó comentarios negativos sobre la expresión de género de un individuo.
Según los expertos, los adolescentes transgénero como Violeta requieren protecciones y cuidados concretos en los centros educativos. “Las escuelas son a veces el único lugar donde un estudiante trans, LGBTQ+ o no binario se siente seguro — siente que es un lugar para incluso experimentar y compartir su identidad —”, dice Jorge Reyes Salinas, director de comunicación de Equality California, una organización estatal que promueve los derechos civiles de la comunidad LGBTQ+.
A nivel estatal, California posee políticas legislativas que protegen a la comunidad transgénero, algo que contrasta sustancialmente con los 556 proyectos de ley antitrans introducidos por varios estados del país en lo que va del año, algunas de las cuales podrían impedir el acceso a la atención médica por autodeterminación de género. Otras, obligarían a los niños a detransicionar (retornar al género de nacimiento), a utilizar los baños del género que se les asignó al nacer (en vez de su verdadero género), a que los maestros notifiquen los cambios de pronombres a los padres o prohibirían a las escuelas usar los pronombres elegidos por los estudiantes.
Pero, según Reyes Salinas, los derechos que los estudiantes LGBTQ+ tienen en California varían de forma significativa entre los distritos escolares del estado, y algunos comités escolares de mayoría conservadora o de extrema derecha crean sus propias políticas antitrans o anti-LGBTQ+, incluso en zonas con gran apoyo hacia los derechos del colectivo transgénero.
Ante esta realidad, el asambleísta demócrata por California, Rich Chávez Zbur, respondió encabezando AB 5, un proyecto de ley que obligaría a los maestros y al personal escolar de todo el estado a participar en jornadas de capacitación sobre competencia cultural en torno al colectivo LGBTQ+ cada tres años, como mínimo.
Dicha capacitación es fundamental para adolescentes como Violeta, explica Theodore Burnes, profesor de educación clínica de la Universidad del Sur de California (USC, por sus siglas en inglés). Los adolescentes transgénero “que reciben apoyo de diversas maneras tienden a progresar más en la escuela”, dice. Esto incluye desde que los profesores usen los pronombres elegidos por los estudiantes, hasta que los alumnos se familiaricen con referentes transgénero, que se cree un plan de estudios que represente al colectivo transgénero, y que se ofrezca una educación dirigida a la prevención del acoso.
A pesar de haber vivido una experiencia escolar positiva en Options for Youth, Violeta sabe de primera mano lo que supone estar en un entorno académico intolerante. Durante su etapa en centros de educación primaria y secundaria más grandes, algunos compañeros la acosaban por su feminidad y le proferían insultos homófobos. Mientras tanto, la joven experimentaba en silencio disforia de género — el sentimiento de que el género de un individuo no se corresponde con el que le es asignado al nacer. Conforme fue creciendo, Violeta tuvo que luchar con ansiedad, depresión y las secuelas del abuso sexual.
Tras un intento de suicidio en 2021, Violeta y su madre (la cual rechazó ser entrevistada, pero autorizó que su hija lo hiciera) — decidieron que la joven ingresara en un programa terapéutico de 45 días para recibir la ayuda que necesitaba. Violeta insiste en compartir esta experiencia públicamente: “Sé que no soy la única persona que lidia con problemas de salud mental”, dice. Aunque desde los 13 años sabía que era una niña, no fue hasta que tenía 16 y se encontraba en el programa residencial cuando se sintió cómoda para contárselo a su madre.
Los padres de Violeta — los cuales nacieron en México, están divorciados y poseen creencias religiosas — no han encarado bien la transición de género de su hija, algo que le ha dificultado la vida a la adolescente. Ambos insisten en utilizar los pronombres masculinos “él” y “suyo” para dirigirse a ella, y se niegan a llamarla Violeta. En su lugar, utilizan su necrónimo (nombre muerto), el nombre que le asignaron al nacer. Aun siendo doloroso para la joven, ha aprendido a vivir con ello. “Le dije (a mi madre) cómo me hace sentir”, dice Violeta. “Ella simplemente se rió. Algo como ‘jaja, te está haciendo daño’”. Pero la hermana mayor y un primo cercano de Violeta representan un gran apoyo en su transición, y ella asegura que esto es más valioso que el rechazo de su madre.
Hace un año, la madre de Violeta finalmente autorizó tratamientos hormonales para su hija. Cuenta la joven que uno de los factores que convencieron a su madre fue escuchar a un médico especialista en autodeterminación de género explicar que, conforme Violeta adquiriera un aspecto más femenino por el efecto de las hormonas, “el riesgo de que experimentara crímenes de odio disminuiría”.
Nada más regresar a la preparatoria tras concluir el programa residencial de terapia, Violeta comenzó el proceso de transición social; se presentó ante sus profesores y compañeros con su nuevo nombre y con sus pronombres. La respuesta que recibió fue la aceptación absoluta. “Una vez que lo expliqué”, relata, “todo el mundo fue muy comprensivo”.
Cuenta Liberati que, con la transición, ha observado cambios en Violeta: Además de mejorar significativamente su rendimiento académico, ha desarrollado una personalidad extrovertida y jovial. Por su parte, Liberati se ha convertido en una figura paterna para la estudiante desde que iniciara la transición.
El maestro, cuyo primer estudiante abiertamente transgénero tuvo dificultades en un centro escolar más grande hace unos años, cree que un ambiente escolar más íntimo, como en el que está Violeta, permite a otros estudiantes transgénero sentirse bienvenidos, respetados y florecer académicamente. Los expertos coinciden. Un ambiente escolar más pequeño “probablemente sería un entorno ideal” para los adolescentes trans, dice Burnes, profesor de la Escuela Rossier de Educación de USC.
Un aspecto clave del programa escolar es involucrar a los estudiantes en actividades para que “no se sientan marginados”, explica Liberati. Violeta forma parte del consejo estudiantil, cuyo objetivo es fomentar el trabajo en equipo y en comunidad, así como la cooperación entre estudiantes más allá del entorno académico, animando a que participen en excursiones y organizando eventos escolares como el Taco Truck Day (Día del Carro de Tacos).
Liberati cuenta que la flexibilidad académica de Options for Youth — la cual se personaliza de acuerdo a las necesidades y objetivos específicos de cada estudiante —, le otorga libertad a los alumnos para descubrir sus talentos y habilidades, permitiéndoles que se centren en las asignaturas que más disfrutan. Para Violeta, estas clases son psicología y, debido a su interés en la danza y el teatro, las artes. Liberati dice que Violeta es apasionada, que le pone su propia personalidad a todo lo que hace y que le encanta recibir atención.
Violeta se graduará este año. Sin apoyo de sus padres, el contar con el de Liberati, el de otros maestros y el de sus compañeros de clase ha sido crucial para su éxito académico y bienestar emocional.
El apoyo que ha recibido de su centro escolar — comparado con el ostracismo y el acoso de años anteriores — le ha inyectado a Violeta la autoconfianza para embarcarse en nuevas experiencias que requieren mostrar sus vulnerabilidades. Mientras la lucha por los derechos del colectivo transgénero transcurre por todo el país, Violeta se vuelca en su nueva pasión y afición: participar en espectáculos de drag queen.
Dice Violeta que, cuando empezó a ir a espectáculos de drag queens, “recuerdo que estaba como… ‘Dios mío. Esto es lo que extrañaba (en mi vida)’”. Hace unas semanas, Violeta se enfundó en un vestido con diseño Paisley o de bandana, se aplicó maquillaje y puso rumbo a la noche de West Hollywood. Sobre el escenario, bailó para el público y cantó en playback una mezcla de Destiny’s Child, Nicki Minaj y Rihanna.
Aunque Violeta no ganó la competición de drag queen esa noche, no le falta ni la ilusión ni la esperanza de seguir aprendiendo — sobre el escenario y en el colegio comunitario al que aspira a ir en el futuro —. Tanto la comunidad drag como su escuela le han enseñado que merece ser bienvenida y respetada por quién es.
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